Al portador
Hoy puede ser un gran día, ¡en Waterloo!
«La amnistía que dará algo de oxígeno a un Gobierno abrasado no deja de ser una nueva trampa dialéctica»
Joan Manuel Serrat, siempre de moda, vuelve a sonar con aquella canción de 1981: «Hoy puede ser un gran día (...) aprovecharlo o que pase de largo/depende en parte de ti». Depende de que Carles Puigdemont, el prófugo de Waterloo, acepte –todo indica que ya lo ha hecho– el nuevo dictamen de la Proposición de Ley Orgánica de Amnistía que esta mañana, a partir de las 11:00 horas, debería aprobar la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados. La gran incógnita, casi hasta el último momento, se reduce al alcance de las cesiones o equilibrios del Gobierno de Sánchez para satisfacer las exigencias del «indepe». Vivimos en un «país de trampas dialécticas», apunta uno de esos magistrados en el punto de mira entre otros del catalanismo radical. La ley que amnistiará a condenados y encausados y que dará oxígeno por un tiempo al Gobierno es, por supuesto, otra celada dialéctica, quizá incluso más burda de lo habitual y con consecuencias inciertas. El fiasco socialista en Galicia y el «koldogate» han dejado a Sánchez y a los suyos todavía más al albur de los intereses y necesidades de sus apoyos parlamentarios.
«Hoy puede ser un gran día» en Waterloo, mientras se abre la incógnita del «día después». Habrá ley de Amnistía y, enseguida, los jueces podrán invocar la llamada «cuestión prejudicial», ante la Justicia europea, lo más probable, o ante el Tribunal Consticional que preside Cándido Conde-Pumpido, muy a favor del Gobierno pero que, como jurista de prestigio, no quiere hacer el ridículo. Tiene opciones para lograrlo sin perjudicar a Sánchez y sin que, incluso, sean muy polémicas. La más sencilla es dejar el asunto en un cajón cuando le llegue. Hay una explicación, que va algo más allá de las leyes, siempre interpretables, indican en el Supremo. La cuestión prejudicial paralizaría –efecto suspensorio– la aplicación de la amnistía pero eso no debería perjudicar a Puigdemont porque él, a diferencia de Junqueras, no está condenado.
Significa que puede presentarse a las elecciones europeas e incluso podría volver a España porque sería casi inimaginable que un juez lo envíe a prisión preventiva mientras se resuelven los recursos de la amnistía. Un país de trampas dialécticas, mientras en Waterloo «puede ser un gran día,/ duro, duro,/ duro con él», suena al fondo la voz de Serrat.
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