
Aunque moleste
Illa en la encrucijada
Si se deja fascinar por el perifollo indepe no solventará los problemas de Cataluña
A estas alturas Salvador Illa ya debería saber que Cataluña no necesita más puigdemones ni repetir los errores de Maragall y de Montilla. El socialismo catalán arrastra el complejo de aparentar lo que no es, queriendo superar en nacionalismo a los nacionalistas. Error, porque su principal soporte está en los grandes núcleos en los que hoy pesca la derecha radical por incomparecencia del PSC. Así les ha ido: de frustración en frustración. Por eso Illa no debería decepcionar, aunque sus primeros pasos decepcionen. Contribuir a la opereta puigdemona permitiendo su nueva saga-fuga, arremetiendo contra el juez Llarena por decretar su detención, es situarse otra vez en el bando equivocado. Los jueces no aplican la ley porque quieran incumplirla. El problema de la ley de amnistía es que tenía que incluir con claridad «todos los delitos» (rebelión, secesión, desobediencia, malversación, terrorismo y alta traición). No hicieron por miedo a que Europa lo tumbara, aprobando una chapuza que deja a la interpretación la malversación, aplicable a Puigdemont. Luego la culpa no es de Llarena ni de Marchena, sino de Sánchez y de golpe-Pumpido. Construyeron mal la norma, y los jueces se limitan a interpretar una ley abierta a la interpretación, mal hecha por ellos mismos.
Ergo si Illa sigue la senda de Montilla y se empeña en travestirse de indepe con el banderín del catalán, el «diplocat» y la independencia financiera, se equivocará y estará incumpliendo su promesa de «gobernar para todos». Por mucho que al ex ministro Covid le fascine el atuendo separata, si quiere gestionar Cataluña de verdad, y no quedarse en la indumentaria, tiene que hacer frente a los problemas reales de los catalanes, que no son ni el soberanismo ni el monolingüismo ni tener más embajadas. Tampoco la fiscalidad, pues el déficit financiero es culpa de los gobiernos manirrotos de los molt-deplorables Artur Mas, Torra y Puigdemont, expertos en dilapidar el dinero público. El nuevo president debería saber ya que los problemas que agobian a la mayoría de los catalanes están relacionados con el caos en la gestión de la Sanidad, la politización de la educación, el apartheid lingüístico-cultural, la inmigración ilegal, la inseguridad ciudadana y una okupación de viviendas que arruina a la clase media. Temática más que visible no solo en el cinturón de Barcelona, sino en poblaciones ultracatalanistas de Lleida y Girona. No de otra manera se entendería la tendencia alcista del voto turbo-derecha. El 30 por ciento de los catalanes reconoce hoy haber sido víctima de algún delito menor (hurto de móviles, robo de carteras y bolsos, atraco en comercios). La última ola de agresiones sexuales disparó la venta de sprays antivioladores. El expolio ilegal de casas ha convertido Cataluña en un paraíso okupa. En 2023 hubo 20 mil okupaciones, más que en Madrid, Andalucía y Valencia juntas. El 42 por ciento de las ocurridas en España.
Preocupaciones de verdad, a las que debería hacer frente Illa. De ninguna manera es populismo solventar los problemas de la gente. Aunque para eso haya que arriesgarse a ser políticamente atrevido, desoyendo las consignas del secesionismo. La inmensa mayoría de los catalanes reclama gestión. Ganó por eso Illa, amén de por su perfil moderado y dialogante. Solo que el camino se demuestra andando, y ha empezado tropezando.
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