Aquí estamos de paso

Impresionante, valiente, admirable

Viendo a Yulia, atendiendo a sus palabras y la firmeza gestual que las adorna, uno piensa que el resultado de este crimen será el contrario, una renovada presión interna y externa frente al régimen

La mujer mira a la cámara y emite con voz decidida y timbre valiente un mensaje de firmeza y determinación. Habla desde lo que parece el salón de una residencia decorada con una sutil elegancia. Acaban de asesinar a su marido, y responde como hacen los bravos, desafiando a los asesinos, prometiendo que los desenmascarará. Añade, entre orgullosa y severa, que continuará la labor de él, que ha sido víctima de un asesinato político ordenado por un dictador y ejecutado por su régimen.

Se llama Yulia, este año cumplirá 48, y es la viuda de Alexei Navalny, el más peligroso enemigo de Putin. Tanto como para que el ex agente de la KGB, hoy dictador ruso aspirante a sucederse a sí mismo, lo haya torturado y ejecutado sin esforzarse mucho en disimularlo ante una comunidad internacional que nada parece poder hacer por pararle los pies.

Impresiona Yulia Borisovna Navalnaya. Es alta y hermosa. Lleva el pelo corto y muestra la entereza de quienes soportan el sufrimiento como parte de un destino inevitable. Lo asombroso, sobre todo en estos tiempos de convicciones débiles y liderazgos inconsistentes, es su firme compromiso. Público e internacional, porque su mensaje se dirige a los rusos pero rebasa, y ella es consciente, las fronteras de su país y su ponzoñosa realidad política.

Seguirá, afirma en público como acaba de hacer en privado ante los líderes europeos, la lucha de su marido: la denuncia de las corrupciones, del silencio forzoso de los que disienten, de las arbitrariedades y manipulaciones del régimen, la búsqueda constante y valerosa de una Rusia democrática, como la que se rozó con los dedos tras la caída del muro. Se rozó o se soñó, cualquiera sabe. En todo caso, fue un objetivo posible durante un tiempo.

El valor de Navalny, el más constante y elocuente, el más eficaz de los políticos que se han enfrentado a Putin, es haberlo hecho cuando era intocable, en la cúspide de su poder. Hay que ser un loco suicida o creer firmemente en tu país, ponerlo por delante de cualquier otra consideración. Le veo más en la segunda casilla.

Putin intentó envenenarle, algo muy de la Rusia de estos tiempos. Se recuperó en Alemania. Y a su regreso, porque volvió pese a saber muy bien qué se jugaba, fue detenido y su vida y la de su familia se convirtieron en una interminable sucesión de dolorosas adversidades: detenciones, torturas, cárcel. Y al final, encierro en un gulag siberiano a la soviética, y asesinato en su propio encierro.

Moscú se niega de momento a entregar el cadáver a la familia.

Yulia tiene el cabello rubio claro y los ojos azules. Si uno se fija bien observa en su mirada el reflejo triste de la desgracia. Y también cómo ella no se permite que ese dolor inmenso salga a flote. Qué mujer valiente. Cómo no admirarla. ¿Con qué se encontrará a partir de ahora? ¿La detendrán también en un aeropuerto? ¿Con qué excusa?

Los tiranos son muy de cortar cabezas para desactivar opositores o silenciar disidencias. Viendo a Yulia, atendiendo a sus palabras y la firmeza gestual que las adorna, uno piensa que el resultado de este crimen será el contrario, una renovada presión interna y externa frente al régimen, encabezada por esta mujer impresionante, valiente, admirable.