El bisturí
La inquina singular de Sánchez hacia Madrid
Si el presidente tuvo algún día credibilidad en Madrid, hace tiempo que la perdió
Pedro Sánchez tiene a Isabel Díaz Ayuso y, por extensión, a los ciudadanos de la Comunidad de Madrid, una especial inquina o, si se prefiere utilizar el término hoy tan de moda, una inquina singular. Si a Cataluña planea regarla con una lluvia de millones para agasajar con ella a los independentistas que le sostienen en el Gobierno, a los madrileños les obsequia en cambio con ataques dialécticos que tienen como principal destinataria a su presidenta, y con otros más sibilinos que se dirigen a vaciar su bolsillo o a incomodarles en su vida diaria. Se trata, por ejemplo, del intento desesperado por masacrarles a impuestos mientras Díaz Ayuso se los rebaja, o de infrafinanciar servicios básicos para que parezca que la culpable de los posibles fallos de funcionamiento es la Comunidad cuando el responsable real del desaguisado es el Gobierno. En una exhaustiva información publicada en este periódico, Carmen Morodo pone cifras a esta burda estrategia, que esconde sin duda una venganza por las continuas derrotas electorales que el hoy presidente del Ejecutivo ha sufrido a manos de la dirigente popular. Conviene recordar, para los que no la leyeran, que desde que Gobierna Sánchez las inversiones en Madrid han crecido solo un 4,65% frente al 32,7% del total, mientras que en Cataluña lo han hecho un 71,1%, según el análisis de las inversiones territorializadas de los Presupuestos Generales del Estado desde que Pedro Sánchez es presidente. Por si fuera poco, Madrid es la cuarta región con menor inversión per cápita, con apenas 193,35 euros por ciudadano, mientras que Cataluña recibe 297,45 por cada uno de los suyos. Y eso, antes del concierto. Imaginen después.
En el imaginario socialcomunista, Díaz Ayuso es una china en el zapato del presidente, un obstáculo incómodo al que hay que apartar a costa de lo que sea, porque en los manuales totalitarios el fin siempre justifica a los medios. Desde esta perspectiva dibujada por la ultraizquierda, los madrileños que la votan en masa son fascistas a los que conviene meter en vereda para que se den cuenta de su grave error. El origen de este cupo de tirria y ojeriza hacia Díaz Ayuso y los habitantes de Madrid no es fácil de identificar. Desde luego, las primeras humillaciones de Sánchez y sus satélites en las urnas madrileñas debieron tener su influjo, pero ese odio enfermizo se exacerbó a medida que pasaban las semanas durante la pandemia de Covid-19. En medio de la incertidumbre por los acontecimientos, la voz de Díaz Ayuso se alzó por encima del ruido mediático generado por la farándula del presidente para denunciar el uso torticero de las instituciones con fines políticos que se hacía en aquellos momentos y la escandalosa gestión que se estaba realizando, en donde el Gobierno llegaba tarde y mal a todas las medidas de salud pública que había que tomar mientras se hacían compras cuando menos sospechosas como las que protagonizaba José Luis Ábalos, el Torrente del socialismo casposo que subyace bajo la imagen de modernidad que pretende trasladar Sánchez. Lo ocurrido desde entonces hasta hoy ya es historia. Tomando como modelo los regímenes totalitarios que acosan al líder opositor, Sánchez y su séquito desataron una cacería contra Díaz Ayuso para desgastarla y deteriorar su imagen, pero el ataque se vuelve siempre contra ellos como un bumerán. Si el presidente tuvo algún día credibilidad en Madrid, hace tiempo que la perdió.
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