
La situación
Sin Junts ni Podemos
«Sánchez ya advirtió al inicio de la legislatura que gobernaría con o sin el apoyo del Poder Legislativo»
En estos días, coincidiendo con el ecuador de la legislatura, Pedro Sánchez ha confirmado lo que ya se sabía: que no puede dar por descontado el apoyo de alrededor de quince de los diputados que le permitieron mantenerse en el poder a pesar de perder las elecciones de 2023: los de Junts, Podemos, BNG, Coalición Canaria, Chunta... El problema para Feijóo es que el PP tampoco puede contar con esos votos para una moción de censura, luego no hay alternativa sin elecciones.
Lo que sí tenemos a la vista es un desorden político mayor aún que aquel que se empezó a sufrir de forma recurrente desde que los españoles tomamos la libérrima decisión en 2015 de destruir el sistema de partidos de la Transición, y meter en el Parlamento a más de veinte fuerzas políticas. Esto ha generado un desgobierno continuado. Ocurrió en los tres últimos años de Rajoy y ocurre en los siete años de Sánchez. Y ese escenario permite prosperar a partidos situados extramuros del sistema.
Junts –controlado por un prófugo desde Waterloo– teme que la amnistía no dé más de sí, y que Puigdemont permanezca mucho más tiempo anclado en su fuga. Ante esa realidad, extraerá lo que pueda del actual gobierno y, si sus votos siguen siendo imprescindibles después de las próximas elecciones, exigirá lo único que le queda por exigir: un referéndum. Y quizá lo consiga.
Podemos –controlado por su fundador desde una cantina– cree que ha llegado el momento de la resurrección. En 2015 estuvieron cerca de superar al PSOE. Luego entraron en el gobierno, pero su caída ha sido constante, hasta quedar con cuatro escaños. Ahora ve la opción de engullir a la enclenque Sumar. Y, para eso, hay que marcar territorio haciendo aspavientos en el Parlamento.
Pero a Sánchez le da igual. Ya advirtió al inicio de la legislatura que gobernaría con o sin el apoyo del Poder Legislativo, algo que no se contempla en la Constitución de ningún país con democracia liberal, sino en regímenes de corte autocrático. Pero, como dijo el presidente hace unos días, «ni tan mal».
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