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Una lección brutal y ejemplar de democracia en el Reino Unido
El método británico impide también que una minoría, como la de Farage, incluso con un 14% de voto, condicione al Gobierno
Maurice Duverger (1917-2014) jurista, académico y político francés ya explicó en 1955, en su famoso «Instituciones políticas y derecho constitucional», que «los distintos sistemas electorales tienen consecuencias muy diferentes, sobre todo, para los partidos políticos». Las elecciones británicas, con triunfo arrollador –aceptado por todos– de los laboristas de Keir Starmer son el mejor ejemplo. Democracia en estado puro, brutal y ejemplar al mismo tiempo. El Partido Laborista, con el 33,7% de los votos, ha obtenido 411 escaños; el Conservador, con el 23,7%, 121 diputados; el Liberal Demócrata, con el 12,2%, 71 escaños y Reforma, del ultra de Neil Farage, con el 14,3%, 4 escaños. Para algunos parecerá sorprendente la correlación entre porcentaje de votos y escaños y, para otros, injusto. No está tan claro.
Las urnas británicas han premiado al partido más votado y han castigado, a veces con crueldad, a la fragmentación y a la división del voto, en este caso, de la derecha y de los ultras. No hay misterios. El Reino Unido elige 650 diputados en otros tantos distritos electorales –constituencies– en los que se presenta un candidato de cada partido y los independientes que quieren. El que logra más votos en ese distrito es elegido diputado. Los demás se quedan sin escaño. Así de simple y de exigente para los políticos. Las circunscripciones tienen el tamaño para que casi todo el mundo se conozca y, de media, 20.000 votos permiten ganar y tener un asiento en el Parlamento.
También facilita el premio o el castigo a los dirigentes. El actual primer ministro, Rishi Sunak ha estado a punto de no ser elegido y 14 ministros han perdido en sus distritos en los que debían dar la cara y no ir emboscados en una lista cerrada, como en España. Incluso, por primera vez en 90 años, los electores han castigado y dejado sin escaño a una ex primera ministra, Liz Truss. El sistema, no es proporcional y los que lo tachan de injusto, deben repasar a Duverger. Además «el proporcional integral», el más equilibrado en teoría, nunca se ha aplicado en ninguna parte. El método británico impide también que una minoría, como la de Farage, incluso con un 14% de voto, condicione al Gobierno. Por último, las elecciones fueron el jueves. Sunak reconoció la derrota enseguida. Al día siguiente dimitió, el Rey llamó al líder laborista Starmer, que ya es primer ministro y anunció su Gobierno. En España, incluso con mayoría absoluta, todo eso tardaría al menos mes y medio. Y sí, los distintos sistemas electorales tienen consecuencias muy diferentes, ya lo decía Duverger.
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