Editorial

Una legislatura corrupta y decadente

Su ausencia de escrúpulos y sus miedos lo empujarán hasta 2027. Pagaremos un alto precio

España se dirige hacia los dos años de legislatura desde la celebración de las últimas elecciones generales en julio de 2023. Fue aquella otra fecha aciaga. No hubo punto de inflexión, sino el punto y seguido del sanchismo, agravado por la anomalía que supuso subvertir la voluntad de los españoles y retorcer convenciones para que el perdedor urdiera por los pelos una mayoría de investidura con compromisos que supusieron en su conjunto el mayor acto de corrupción político conocido desde el poder en Europa. Así que nacido de un probado acto contrario a la legitimidad y a la integridad, la crónica de estos meses sólo ha hecho que ahondar en la degradación. El Gobierno y su presidente se han manifestado como amenazas para el ejercicio pleno de los derechos y las libertades de los españoles, amén de para su prosperidad y bienestar. Sánchez es hoy un político roto que no gobierna, sino que sobrevive en manos de unas fuerzas que han consagrado su existencia al privilegio y al enriquecimiento de sus grupos de poder e influencia, pero por encima de todo a la destrucción de la España constitucional, de la nación histórica. El balance en este ecuador de una legislatura, que no debió nacer como tal y que habría concluido en cualquier democracia plena del mundo, se mueve entre la desolación, el caos y las tinieblas. Cuesta encontrar un rincón de la esfera pública que esta izquierda y sus cómplices no hayan envilecido, empezando por las grandes instituciones españolas, tomadas hoy al son de un dictado autoritario. La obra del sanchismo ha consistido en el desmantelamiento del Estado de Derecho y la cancelación del ordenamiento constitucional de la mano de Conde Pumpido y sus peones con el propósito que lo ha guiado siempre: el poder. Sin los contrapesos del sistema, el presidente se ha desempeñado en consecuencia. Sirvan como reflejos de la deriva los más de 16 meses sin someterse al control del Senado, los camino de mil días sin Presupuestos, al igual que sin debate sobre el estado de la nación, o el más de un año sin conceder una entrevista a un medio español y su negativa a someterse a una rueda de prensa digna de tal nombre, entre otras desviaciones y enmiendas a lo que entendemos por un gobernante democrático, maniobra contra la justicia y los medios independientes incluida. Se amontona un legado gris en vivienda, sanidad, educación, inmigración, convivencia, seguridad, infraestructuras, transportes... También sobre la economía real. La pobreza lleva su marca. La corrupción anega su círculo íntimo, pero se compra tiempo a costa de la solidaridad, la igualdad y la libertad de los ciudadanos, a los que amordaza sin urnas. Teme el horizonte penal sin La Moncloa y hay razón en ello. Sin crédito en Europa, se aferra a los populismos bolivarianos. Pero no habrá un final digno para el peor presidente de la democracia. Su ausencia de escrúpulos y sus miedos lo empujarán hasta 2027. Pagaremos un alto precio.