Letras líquidas
De «Luz de luna» a la presunción de inocencia
A ver si se notan las décadas que han pasado desde los 80 y la sociedad y la Justicia van, más ágiles, de la mano
Hubo un tiempo en que las series no estaban tan de moda ni eran el fenómeno cotidiano que hoy son. Entonces, algunas de ellas, conseguían un éxito fulgurante y se convertían en clásicos del mañana, o sea, de hoy. Una de ellas fue «Luz de luna», la agencia de detectives disparatada que tenía de fondo la tensión romántica entre Bruce Willis y Cybill Shepherd. En los 80 supuso una ruptura total, innovadora y con diálogos trepidantes y, ahora que vuelve a recuperarse en una plataforma, demuestra que las series son una especie de memoria colectiva, de registro de los tiempos. La hemeroteca del futuro. Aquella serie, como toda organización humana, plagada de egos e intereses contrapuestos, terminó de forma poco amigable y con los protagonistas buscando otros caminos profesionales.
Y leo estos días, al hilo de su reposición, que Shepherd terminó abruptamente su siguiente rodaje entre acusaciones de acoso sexual al director: nadie la creyó, hasta que, años después, el sujeto fue condenado por las denuncias de otras mujeres. Un «metoo» prematuro que llegó décadas antes de que el fenómeno sacudiera los cimientos de Hollywood, cruzara el Atlántico e impactara en sociedades acostumbradas a regirse por criterios de silencio en estos asuntos. Precisamente ahora se cumple un mes de eso que en España algunos llamaron o, al menos, quisieron convertir en un «metoo» a la española. Hace ya cuatro semanas que el terremoto de las acusaciones de abuso sacudió la política patria y terminó con la dimisión de Íñigo Errejón, portavoz parlamentario de uno de los partidos que forman el Gobierno. Una carta tan críptica que podía interpretarse como una inculpación, el testimonio de una mujer y el anuncio de que llegarían más revelaciones de otras víctimas atrajeron la conversación pública hacia el debate (imprescindible) del consentimiento en el ámbito de las relaciones.
Y, aunque es saludable el abordaje abierto y sin tapujos de comportamientos reprobables o punibles, no pueden obviarse los riesgos del levantamiento de esos velos sociales. Como todos los cambios de calado, en las revoluciones, el péndulo se lanza avasallador de un extremo a otro y llegan los excesos: las acusaciones públicas, en medios o redes, son importantes para eliminar tabúes y miedos insuperables, pero no pueden suponer una especie de bula social que dicte sentencias alternativas y acabe con la presunción de inocencia y las garantías en los tribunales. A ver si se notan las décadas que han pasado desde los 80 y la sociedad y la Justicia van, más ágiles, de la mano.