Tribuna

De mal en peor

Con desvergüenza las ministras claman porque, dicen, la mujer tiene más credibilidad que el hombre. La Constitución, como en otras cosas, les sobra

De mal en peor
De mal en peorBenavides

Tras la reciente Ley de Eficiencia de la Justicia, los jueces de violencia sobre la mujer conocerán de los delitos de agresión sexual si la víctima es mujer, aunque el agresor no tenga nada que ver con la víctima. Y como el 86% de las víctimas de esos delitos son mujeres, esos jueces llevan camino de erigirse en jueces no sólo de violencia sobre la mujer, sino de delitos contra la libertad sexual. Que la nueva competencia no tenga relación con la violencia machista no cuenta y es una novedad exigida por la ley del «solo sí es sí», que tan buenos frutos nos da.

Los jueces ya han advertido que la nueva competencia supone «un salto cualitativo y cuantitativo» para unos juzgados ya saturados. Si vamos a los datos, según el Consejo General del Poder Judicial, su trabajo aumentará un 13%, aunque, cómo será, que el propio Ministerio no sólo no lo niega, sino que eleva la previsión a un 20%. Y ante un colapso venidero, ¿qué solución propone el Ministerio de Justicia? Pues nada de reformar la Ley de Eficiencia y para enmendar tal desatino no tiene otra ocurrencia que aumentar en un 50% el número de jueces de violencia sobre la mujer.

Una vez más, políticos inanes exhiben su forma de hacer política judicial: que cuando no saben qué hacer o cómo enderezar sus entuertos no conciben más solución que «más y más jueces» para aplicar más y más leyes malas y que sus desatinos de esa política los sufra la Justicia, que lo soporta todo y si no lo soporta, calla y si no calla, se la ignora, y si se hunde, que se hunda: que lo sufra la ciudadanía que, total, es acomodaticia. Una actitud que no es privativa de las lumbreras gobernantes, como lo evidencia el PP, que como solución se apunta al «más jueces» y, ojo, más formación «a prueba de fallos».

Pero todo puede empeorar porque esos jueces advierten: «Es imposible tener un 50% más de jueces en tan poco tiempo y que además estén especializados en violencia sexual». ¿Imposible? Si se es responsable, sí lo es, pero gobierna quien gobierna y está entre sus planes, mediante una reforma exprés, convertir en jueces a un millar de interinos; luego no descartemos que de ahí salga la recluta del 50% más de jueces de violencia. Y como lo que puede empeorar acaba empeorando, puede que no haya recluta de tan ilustres juristas interinos y puede que la Ley de Eficiencia naufrague porque toca rearmarse y que en vez de eficiencia judicial haya cañones. Pero la ley no se toca.

¿Puede empeorar todo aún más? Pues sí. Esos juzgados nacen de la Ley de Violencia sobre la mujer; nos la trajo esa maldición llamada Zapatero como imposición ideológica del feminismo radical. Con ella se inició el trazo de un círculo que acaba de cerrar el teóricamente llamado Tribunal Constitucional con una sentencia que proclama la presunción de culpabilidad del hombre: basta denunciarle para que le lluevan todo tipo de medidas represivas; es más, en el caso que ha dado pie a esa sentencia, el hombre había sido absuelto de maltrato y no contó que la sentencia absolutoria advirtiese «motivaciones espurias» en las denuncias de su exmujer. Este es el fruto de esa Ley de Violencia sobre la mujer. A Zapatero, esa maldición, le convenía una sociedad enfrentada y lo ha logrado, ahora de mujeres contra hombres.

¿Y todo puede empeorar aún más? Pues sí, porque para aplicar esa ley nacieron los juzgados de violencia sobre la mujer; ahora, al convertirse en juzgados de violaciones y agresiones sexuales varias, cabe que los enjuicien desde esa carga ideológica. Y en estas estamos cuando la realidad nos trae la absolución de Alves y con desvergüenza las ministras claman porque, dicen, la mujer tiene más credibilidad que el hombre. La Constitución, como en otras cosas, les sobra. Ya lo advirtió en 2004 el Consejo General del Poder Judicial al informar la ley zapateril: presumir la culpabilidad del hombre solo por serlo es «Derecho penal de autor», es decir, cultura jurídica nazi; ¿sorpresa?, poca: al final, comunistas y socialistas, nazis y fascistas, suelen hermanarse.

En aquel informe también se advirtió que, con esa ley, el efecto podría ser el contrario y acentuar la violencia. Tras veintiún años en vigor, algo debería significar la reacción de muchos maltratadores: se suicidan o se entregan; pocos huyen o construyen coartadas. Es la reacción del desesperado a quien ya le da lo mismo todo. Luego, si una ley debe solucionar problemas y pacificar, ¿lo cumplen estas leyes? La sensatez exigiría reflexionar, pero no, la ideología que inspira esa ley se expande a las agresiones sexuales, una ideología erigida, por cierto, en boyante modo de vida para no pocas, aunque traiga injusticia.

José Luis Requeroes magistrado.