Tribuna

Mbororé

Armadas poco más que con arcos, hondas y piedras, garrotes y macanas las milicias guaraníes consiguieron aplastar decisivamente a los bandeirantes

Seguro que casi ningún lector, habrá escuchado jamás este nombre. Y es una pena, porque hace referencia a un lugar en el que se libró uno de los combates más honorables de cuantos jalonan nuestro pasado. Un combate que merece la pena rescatar del olvido porque acredita que nunca faltó el idealismo en nuestros empeños.

Pues sucedió que, en la primavera de 1641, una fuerte expedición formada por 450 bandeirantes de la colonia portuguesa de Sao Paulo y varios miles de indios salvajes, adiestrados para el saqueo, atacó por enésima vez la zona comprendida entre el río Uruguay y el alto Paraná, donde se asentaban las más importantes de las misiones jesuíticas del Paraguay.

Los bandeirantes paulistas, que en sus correrías por el interior brasileño cautivaban indígenas para venderlos como esclavos, pronto pusieron en peligro estas misiones. Las incursiones contra las mismas eran particularmente rentables ya que se podía capturar grandes cantidades de indios civilizados y obtener por ellos, un precio mejor que por los salvajes de las selvas.

Fueron aproximadamente 60.000 los indios de las reducciones que fueron cautivados y luego vendidos en los mercados lusitanos. Se saqueaba y se reducía a cenizas las misiones. A la larga iba a ser imposible conservar los puestos avanzados, por lo que los jesuitas decidieron evacuarlos. Lo que siguió fue un éxodo de proporciones bíblicas. Más de 10.000 indios navegaron por el Paraná hacia el sur en botes y almadías de troncos rechazando la posibilidad que se les ofreció de volver a la selva para escapar de sus perseguidores.

Ante la continuación de las correrías portuguesas, los jesuitas decidieron organizar su propia defensa. Pidieron autorización a la Corona para armar a los guaraníes y cuando les fue concedido procedieron a instruirles militarmente. No eran escasos entre ellos los veteranos de los tercios españoles. En aquellos siglos, de intensa vivencia religiosa, fue bastante habitual que personas que brillaban en la milicia, la política, o la cultura experimentaran a lo largo de su vida una conversión que les condujo a cambiar de vida.

Mbororé
MbororéBarrio

Varios de estos antiguos militares, dirigieron la instrucción y prepararon al contingente guaraní. Desde Buenos Aires fueron enviados 11 hombres de armas españoles (nada menos) con algunas armas de fuego que contribuyeron al encuadramiento de los indígenas. Aunque el mando directo de las operaciones correspondió a los propios guaraníes, que, organizados en compañías bajo la dirección de sus caciques, esperaron esta vez, a pie firme, el ataque de los los bandeirantes.

Los confiados invasores se encontraron con una resistencia encarnizada en un lugar remoto llamado Mbororé. Armadas poco más que con arcos, hondas y piedras, garrotes y macanas las milicias guaraníes consiguieron aplastar decisivamente a los bandeirantes después de varias jornadas de lucha sin cuartel. Las Misiones se habían salvado y no volverían a ser atacadas en muchos años.

Aquella batalla olvidada, consolidó una experiencia que venía de lejos y que constituye una de las más valiosas aportaciones españolas a la evolución de la conciencia de los hombres: Los indios eran seres humanos libres, como había proclamado la Corona española. Nadie tenía derecho a esclavizarles ni a despojarles de su humanidad y por esa convicción merecía la pena luchar y morir, cualquiera que fuese el agresor.

Para la mentalidad de la época, la esclavitud no planteaba excesivos dilemas morales. Se aceptaba su existencia y se justificaba en determinadas circunstancias. Por ello la tentación de la esclavitud surgió de manera inmediata al comienzo de la empresa americana. La disculpa de que se trataba de salvajes antropófagos, inicialmente aceptada, fue posteriormente rechazada cuando se descubrió su falsedad. Por ello en 1500, la Corona prohibió la esclavitud de los indios, proclamando su inalienable derecho a ser libres.

Este reconocimiento del derecho a la libertad de un colectivo humano tan amplio como el de los nativos americanos, supone un paso fundamental en el avance moral de la humanidad hacia el reconocimiento intrínseco de la libertad como valor indisociablemente ligado a la condición humana y extensible, por ello, a todos los hombres. De ahí la impresionante modernidad de la política respecto a los indios iniciada por los Reyes Católicos y continuada por sus sucesores, que contrasta intensamente con la desarrollada por otras naciones europeas.

Mbororé es un paso más en este proceso. Constituye un monumento a la humanidad y a la justicia, pero su nombre es desconocido entre nosotros y sus protagonistas han pasado a un inmerecido y cruel olvido. Causa conmoción, descubrir, en un autor extranjero, las hazañas de aquellos hombres, legos jesuitas, indios cristianizados, humildes soldados desterrados a los confines del imperio. Hombres que combatieron con honor en la eterna lucha por la justicia, hombres de apellidos familiares en los que reconocemos nuestra forma de ser y nuestras motivaciones. Que alentaron la esperanza y se sacrificaron sin esperar nada terrenal a cambio. Y que pasaron al olvido con la discreción de los buenos.

Antonio Flores Lorenzo, es ingeniero agrónomo, historiador y antiguo representante de España en la FAO.