La situación
Los mitos de la Casa Blanca
«En política es una virtud saber parar a tiempo. Biden no lo ha hecho y nadie a su alrededor se lo ha dicho»
La escena pertenece a la película «Todos los hombres del presidente», que relata la investigación que los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, del diario The Washington Post, hicieron sobre el caso Watergate y que provocó la dimisión del presidente Richard Nixon en 1974. En el interior de un oscuro parking, Woodward trata de sondear a la principal fuente de sus informaciones, sorprendido por algunas decisiones adoptadas por colaboradores de Nixon. Y su fuente, un agente del FBI bautizado como «Garganta profunda», le espeta: «olvídese de los mitos que los medios han creado sobre la Casa Blanca; la verdad es que estos no son tipos muy brillantes y las cosas se escaparon de su control».
En efecto, es habitual que se genere una exagerada aureola de excelencia y astucia sobre aquellos que están en el poder o lo circundan. Y ya nadie podrá negar la evidencia de que tampoco hay «tipos muy brillantes» en las cercanías de Joe Biden. Las cosas escaparon de su control.
En política es una virtud saber parar a tiempo. Biden no lo ha hecho y nadie a su alrededor se lo ha dicho. Y si se lo ha dicho, ha fracasado en el intento. Saber abandonar el poder demuestra tanta altura de miras como desear alcanzarlo cuando es por una buena causa, y Biden ya tenía reservado un importante capítulo de la historia de Estados Unidos y del mundo solo por haber sido capaz de expulsar a Donald Trump de la Casa Blanca. Ahora arriesga esa condición, al mostrarse dispuesto a ser el culpable de que Trump vuelva al poder.
Es lógico el sobresalto que sufren todos aquellos que dentro y fuera de Estados Unidos sufren ante la expectativa de que un individuo como Trump –envanecido, fatuo sin motivo, irrespetuoso, mendaz y embustero hasta la náusea– se apodere de nuevo del Despacho Oval. Y, sin embargo, el trumpismo no debería ufanarse tan pronto. No fueron las virtudes de Biden las que le hicieron ganar a Trump en 2020. Fue el deseo mayoritario de los americanos de sacar a Trump de sus vidas. Y eso se puede repetir.
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