El canto del cuco

¿Se mueren los mirlos?

Todos coinciden en que sin mirlos baja la calidad de vida en la urbanización

En Grecia consideraban al mirlo animal sagrado, que tenía que morir si había comido la fruta prohibida del granado. En Suecia es el ave nacional. Varios países han emitido sellos con la imagen de este pájaro negro de pico naranja y bello canto. En Alemania hay una canción infantil sobre él, que habla de «un ave para casarse». Aquí cerca, en el País Vasco, el cantautor Mikel Laboa popularizó la canción «Xoxo beltza», que trata de la muerte de un mirlo en la jaula. En fin, ahí está la hermosa balada del «beatle» Paul McCartney «Blackbird»: «Mirlo que cantas en plena noche…» Por eso produce tristeza comprobar que este año la población de mirlos ha bajado drásticamente en la urbanización donde vivo.

En los años pasados, a estas alturas de mayo, alegraban la vida desde el amanecer «con su cantar suave, no aprendido», un canto aflautado, rico en variaciones melódicas, uno de los más gratos del universo pajaril. Este año, por las razones que sean, apenas se oye algún lejano reclamo amoroso suelto. De vez en cuando cruza uno fugazmente , como asustado, volando raso sobre los setos. Es inútil buscar un nido nuevo en el laurel o entre la yedra, antes tan abundantes. Es ésta una urbanización llena de vegetación y de espacios verdes, lo que hace más extraño el descenso repentino de estos pájaros, ya familiares, que habían encontrado aquí su hábitat casi perfecto. Desciende la población de los gorriones, de las golondrinas y de las abejas. ¿Se mueren también los mirlos?

He preguntado a vecinos de la urbanización. «Pues llevas razón –ha caído uno–, este año casi no hay mirlos». Otro aventura: «Son los pesticidas, que lo contaminan todo». Y no faltan los que echan la culpa a las tórtolas turcas de lúgubre canto o a las exóticas y chillonas cotorrillas verdes. Todos coinciden en que sin mirlos baja la calidad de vida en la urbanización. Por si no lo saben, son animales monógamos, leales a la pareja hasta la muerte, cosa poco acorde con lo que ocurre a los humanos. La hembra y el macho comparten el trabajo. El mirlo, que luce pico naranja y un adorno ocular, aporta el material, y la mirla, menos vistosa, construye el nido primorosamente a media altura, y pone cuatro huevos de color azul claro. Los mirlos defienden su territorio con cierta fiereza. No tienen muchos amigos. Nunca van en bando. Comen de todo: bayas, frutos rojos, lombrices, insectos, semillas… Suelen vivir cuatro o cinco años. Y de vez en cuando nace, como en política, un mirlo blanco.