Letras líquidas

El mundo de antes de ayer

La unión como fortaleza y horizonte de progreso. Y, mientras, algunos, a contracorriente de la historia, enredando con rupturas y secesiones. Instalados en el mundo de antes de ayer

Hay frases que por reconocidas y famosas resultan reiterativas, cuando no vacuas; otras, en cambio, encierran tales verdades que se convierten en insuperables. Sucede esto, por ejemplo, con «el mundo de ayer» de Zweig que, aunque no es un aforismo exactamente, sino el título de uno de sus libros, ha trascendido como la formulación (perfecta) para describir los profundos cambios que agitan algunos tiempos. Como el que le tocó vivir al escritor austríaco que supo captar la dimensión de las corrientes sísmicas que sacudieron la primera mitad del siglo XX. Aunque las comparaciones resulten no sé si odiosas, pero sí poco precisas, el arranque del siglo XXI, sin necesidad de equipararlo a ninguna otra época, ha llegado removiendo cimientos que parecían estables y alterando «statu quo» asumidos como firmes.

El mundo gira muy deprisa y de la clásica ambivalencia derecha-izquierda se ha pasado a otro eje que distingue a las democracias de estados cada vez más iliberales, en los que los populismos rebaten los códigos de progreso conquistados a lo largo de décadas. Sin importar la ideología. Además, la recreación de una especie de Guerra Fría con multitud de actores implicados genera una confusión que va en aumento. Al papel preponderante de potencias como Estados Unidos, China o Rusia (sobredimensionada, en realidad, por su historia), se suma la intervención de las uniones de países. La clave del futuro. Ya lo han visto los BRICS, esos emergentes que han ampliado su club para no quedar descolgados y visibilizar sus políticas y sus ritmos en la geoestrategia planetaria. Estrenados pesos, contrapesos y alianzas que van fijando un nuevo orden mundial del que conviene no quedar muy atrás.

Mario Draghi lo sabe. Y en un artículo en «The Economist» recordaba hace pocos días la necesidad de que Europa se funda en un proyecto más compacto y homogéneo. Tema cíclico y recurrente, sin duda, pero la piedra de toque que condensa el futuro de lo que queramos ser. Rememora el expresidente italiano la potencia que se logró en los peores momentos del coronavirus con la toma en común de decisiones, lamenta que «las estrategias que garantizaron la prosperidad en el pasado (depender de Estados Unidos para la seguridad, de China para las exportaciones y de Rusia para la energía) resulten ya insuficientes» y urge a una convergencia real que despierte a Europa de la parálisis y le devuelva su lugar en el mundo. La unión como fortaleza y horizonte de progreso. Y, mientras, algunos, a contracorriente de la historia, enredando con rupturas y secesiones. Instalados en el mundo de antes de ayer.