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Top Mantra

Musk

Todo está cambiando desde que Musk se asoció con Trump en calidad de no sabemos qué

Elon Musk ha paseado por la Casa Blanca a uno de sus hijos pequeñitos, al que ha llamado X Æ A-Xii como si el pobrecillo fuese un electrodoméstico en vez de una personita. Ambos, padre e hijo, siempre vestidos de manera creativa. El bebé, sobre el cuello de su progenitor enardecido, ataviado a veces con un traje de ejecutivo en miniatura, como si lo llevasen a una fiesta de disfraces de la guardería. Elon, con gorras estrambóticas y atuendo de profesor loco sudafricano blanco, de vacaciones en Acapulco, pasado de psicotrópicos y mojitos. Eso, mientras acusan ácidamente a Zelensky de «irrespetuoso» por lucir uniforme de campaña. El mensaje es: «Yo puedo vestir como un fantoche allá donde me salga de las baterías de mis coches eléctricos, pero tú tienes que seguir unas estrictas normas, el dress-code que te ordenamos, ¡so dictador!». Musk, durante mucho tiempo había liderado la lucha por un mundo libre de contaminación con sus coches impulsados por «energía limpia» eléctrica (modestamente, yo no tengo claro que existan las energías limpias 100%, como tampoco creo que Papá Noel Resiliente me traiga un Tesla las próximas navidades). Todo está cambiando desde que Musk se asoció con Trump en calidad de no sabemos qué. En EEUU aumentan de manera inquietante los ataques a coches y concesionarios Tesla. Quien antes era genial símbolo verde está pasando a convertirse en una línea roja (por republicano, en los USA), y despertando una animosidad que los ejecutivos de su imperio tecnológico temen con razón que pueda afectar gravemente a la marca. De hecho, las ventas de Tesla se han desplomado en muchos lugares. Musk está recolectando una oleada de animadversión especialmente por haber «amenazado y perturbado» a los funcionarios federales. Todos esperaban que su cercanía a Trump ayudara a «desregular» el mercado del automóvil y que eso reportase enormes beneficios para Tesla. Por ahora, lo que ha logrado con sus experimentos políticos es recibir un profuso odio que tiene difícil reciclaje. En realidad, el odio se recicla aún peor que una batería eléctrica.