Las correcciones

Navalni es inmortal

Su legado demuestra que los rusos son receptivos a las denuncias de corrupción y a la esperanza de otra Rusia, libre y democrática, es posible

«No tengo miedo, no tengas miedo tú tampoco». Muchos rusos colgaron en las redes sociales una imagen de Alexei Navalni con un cartel en el que se podía leer esta frase en un homenaje colectivo e improvisado al opositor ruso tras conocerse la noticia de su abrupto final a los 47 años en una cárcel en el Ártico. Alexei Navalni era un hombre sin miedo con unas profundas convicciones políticas y religiosas. Cuando en enero de 2021 regresó a Rusia desde Berlín después de haber caído gravemente enfermo tras haber sufrido un intento de envenenamiento en agosto de 2020, sabía perfectamente cuáles eran los riesgos a los que se enfrentaba. Navalni a menudo hablaba como si ya hubiera muerto o como si hubiera aceptado su destino y estuviera en paz con ello. Era consciente de que nada más poner un pie en Rusia sería enviado a prisión acusado de cargos ridículamente inventados hasta que desapareciera él o el putinismo. Para Navalni haber sobrevivido entonces al intento de asesinato con el agente nervioso Novichok era una señal de la misión que tenía encomendada y que era imposible de cumplir desde el exilio. Nunca se arrepintió de su decisión de volver a Rusia a pesar de ser una pregunta recurrente de sus compañeros de celda. Navalni sabía que los rusos admiran a los valientes y que él no podía predicar sin el ejemplo. Nunca perdió la fe en Rusia. «El Estado putinista no puede durar», escribió este enero, en el tercer aniversario de su regreso a Moscú. «Un día miraremos hacia otro lado y se habrá ido», dijo en referencia a Vladimir Putin. No se rindió y pidió a los suyos que tampoco lo hicieran.

La esposa de Navalni, Yulia Navalnaya, ha anunciado que tomará su testigo. La organización de Navalni se ha enfrentado a una brutal represión dentro de Rusia que ha forzado la dispersión de sus miembros entre la cárcel y el extranjero. Pero su legado demuestra que el público ruso es receptivo a las denuncias de la corrupción sistémica y a la esperanza de que otra Rusia, libre y democrática, es posible. Yulia Navalnaya ha dicho que Putin nunca pudo doblegar a su marido y que por eso le mató. El presidente ruso le ha arrebatado la vida, pero su lucha contra la tiranía le trasciende.

«Si ocurriera, si decidieran matarme, significaría que somos increíblemente fuertes en ese momento», dijo una vez Navalni. Pero ahora que ha sucedido, Putin parece demasiado fuerte. El asesinato se ha producido a un mes de las elecciones presidenciales rusas en las que aspira a perpetuarse en un quinto mandato. La eliminación del disidente es una señal para sus futuros rivales. El viento también parece soplar a favor del amo del Kremlin en Ucrania. Un día después de la muerte de Navalni, el Ejército ucraniano se retiró de Avdiivka por el déficit de municiones. Es el primer logro que obtiene Rusia desde mayo de 2023 y se produce en un momento en el que flaquea la ayuda occidental. Avdiivka será el principio del dominó ruso si EE UU sale de escena. Pero a pesar de que Putin disfruta de un momento dulce dentro y fuera de Rusia, la tranquilidad es un espejismo. Si debido a los sacrificios de la guerra, empeoran las condiciones económicas o sociales de los rusos, la población estallará de una forma que no podrá ser controlada por los matones del Kremlin. Y ese día, Navalni estará en la mente y los corazones de los rusos.