
Escrito en la pared
Un necesario ajuste de cuentas
El PNV tuvo un papel, entre tolerante y colaboracionista, con la lucha armada de ETA. Recuérdese la famosa aseveración de Arzallus sobre «el árbol y las nueces»
Que Bildu se ha convertido en un soporte fundamental del sanchismo es indudable. Basta repasar las declaraciones recientes de un Otegi dispuesto a darle luz verde al presidente sin mayores miramientos mientras su partido se reivindica a sí mismo bajo el manto legitimador del antifranquismo. Para llegar ahí ha sido necesario, sin duda, el esfuerzo blanqueador del partido socialista, pero también el olvido –deliberado o tal vez incompetente– del colaboracionismo con ETA de sus antecesores batasunos en lo que atañe a la determinación de los objetivos de esa banda terrorista y a sus tareas de información, encubrimiento, financiación y propaganda, imprescindibles para la ejecución de sus atentados. En esto, los historiadores profesionales, con muy pocas excepciones, han incurrido en una responsabilidad indudable, pues, centrados en las acciones etarras, han velado las circunstancias concretas que rodearon a éstas en su conexión con el partido –Herri Batasuna y sus ulteriores denominaciones hasta llegar a Bildu– que fundó ETA militar. Pero no se crea que ahí acaba todo, pues también el PNV tuvo un papel, entre tolerante y colaboracionista, con la lucha armada de ETA. Recuérdese la famosa aseveración de Arzallus sobre «el árbol y las nueces»; o sus esfuerzos para tratar de impedir los acuerdos entre Bandrés, Onaindía y Rosón para la disolución de ETA político-militar; o el papel de Gorka Aguirre en los arreglos de la extorsión terrorista; y no digamos el Pacto de Lizarra suscrito en un «momento en el que ETA estaba derrotada militarmente» –según señaló José Elorrieta, secretario general de ELA– y con el que «se podía evitar su derrota política». En ese papel no faltaron las maniobras rastreras, como el intento de justificar el asesinato de mi hermano Fernando Buesa haciéndole a él responsable de su propia muerte al acusarle de estar colaborando con la policía para detener al comando que lo ejecutó y, de ese modo, eludir la responsabilidad del Gobierno Vasco en la desprotección de los dirigentes políticos de la oposición mientras los etarras, en ese momento en tregua, preparaban atentados contra ellos. Un ajuste de cuentas con este pasado infame, abriéndolo a las páginas de la historia, es necesario. Mientras tanto cualquier arreglo en Madrid con los nacionalistas vascos seguirá siendo ilegítimo.
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