
Letras líquidas
Nostalgia democrática
No podemos permitirnos una coartada para elegir qué sumarios, instrucciones, procesos o decisiones judiciales son confiables y cuáles no
La primera vez que lo escuchamos nos pareció una palabra curiosa. No sabíamos muy bien dónde encajarlo. Luego lo fuimos ubicando: durante los años 90 en Argentina se popularizaron unas concentraciones ruidosas frente a las casas de quienes habían tenido algo que ver con los secuestros y asesinatos de la dictadura militar entre 1976 y 1983. Escraches los llamaban. Eran una especie de castigo social, de señalamiento público desesperado de los familiares de asesinados o desaparecidos que se convirtieron en habituales al otro lado del Atlántico y que, en un intrépido salto espacio-temporal, aterrizaron en España en 2013. La Plataforma de Afectados por las Hipotecas los adoptaron como forma de llamar la atención en una sociedad atravesada por la Gran Crisis y sus consecuencias y, aupados por sectores de la izquierda radical, trajeron a nuestro paisaje social esa práctica que, adornada con el aura del activismo, representaba unos modos de acoso y hostigamiento impropios de sociedades que resuelven sus discrepancias con normas y códigos canalizados por el derecho. Pero esos escraches, aquel «jarabe democrático» que nos recetaba Pablo Iglesias, no fueron el único elemento que importamos de la forma de hacer política de una izquierda que se imponía en América latina. El lawfare, que tomó impulso por aquellos lares, comenzó también a ser una palabra habitual en la conversación pública española. Tanto que sus reverberaciones aún nos acompañan. Y el salto de la teoría política a la vida cotidiana puede ser arriesgado: piruetas imprudentes que distorsionan el sistema al validar ya sea el acoso como protesta o ya sea la desconfianza estructural en el Poder Judicial. No podemos permitirnos una coartada para elegir qué sumarios, instrucciones, procesos o decisiones judiciales son confiables y cuáles no. El deterioro institucional es inasumible. Aún recuerdo cuándo no sabíamos lo que era un escrache o no se recurría al lawfare a capricho. ¿Y si volvemos a lo de antes?
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