Al portador

La oportunidad que puede volver a perder García Page

García Page, que no es santo de la devoción del inquilino de la Moncloa, quizá no tenga ahora más remedio que pasar de las palabras a los hechos

Platón (427 AC-347AC) ya explicó que «la oportunidad es el instante preciso en el que debemos recibir o hacer una cosa». Pitaco de Mitilene (640 AC-568AC), uno de los Siete Sabios de Grecia, afirmaba que «debemos sabe escoger la oportunidad». Emiliano García Page, presidente de Castilla-La Mancha, protegido, émulo y heredero político de José Bono, está acostumbrado a aprovechar las oportunidades, pero también a dejar pasarlas –o perderlas–cuando cree que es lo mejor para él. Ahora, tras la esperpéntica sesión parlamentaria de la semana pasada, en la que Pedro Sánchez cedió a todo lo que le pidió en ese momento Puigdemont, Page considera «inadmisible» la cesión de competencias en inmigración a Cataluña, para remachar: «Si las pidiera Vox, todo el mundo se rasgaría las vestiduras». El manchego, en teoría, acabaría de cruzar su propio Rubicón –en este caso el Tajo– y podría aprovechar la oportunidad que se le presenta. No está claro que lo haga. Lo más probable es que todo quede en una declaración llamativa de fin de semana que, como tantas otras, se llevarán el viento y el tiempo. Lo mismo ocurrirá con las palabras de Salvador Illa, candidato socialista a la Generalitat, que acaba de definir a Junts como lo que es, un partido de derechas, para añadir que está condicionado por la extrema derecha catalana, algo así como una versión catalano-indepe de Vox. Significa que el Gobierno de Sánchez está sustentado por una derecha, no solo «indepe», sino también extrema. Ningún problema para el presidente que, el miércoles, tendrá su baño anual de potentados en el Foro de Davos (Suiza) gracias, sobre todo, a su dominio de inglés, una carencia de su adversario Feijóo. Sánchez, por otra parte, aunque le irrite lo que diga Page y le meta en un apuro lo que opina Illa, dará la vuelta una vez más a esos argumentos para concluir, como siempre, que la culpa la tiene el PP. García Page, que no es santo de la devoción del inquilino de la Moncloa, quizá no tenga ahora más remedio que pasar de las palabras a los hechos. Hay diputados socialistas manchegos que, si son de la disciplina de Page, deberían votar en contra –cuando haya que modificar la ley– del traspaso de la inmigración a Cataluña. Se exponen a todos los males y al ostracismo en el PSOE que gobierna –como si fuera su propia casa– Sánchez, pero si no lo hacen, si no se lo pide su jefe manchego, el propio Emiliano García Page perderá credibilidad y otra oportunidad, ese «instante preciso en el que debemos hacer una cosa», como pensaba Platón.