
Tribuna
Pedro, el ignorante
Ni el menor atisbo de dignidad, sentido de la responsabilidad y gallardía, ante la gravedad de la situación

A estas alturas no cabe la menor duda de quién es el responsable de los escándalos, amaños y delitos varios que sacuden la política española. La cultura del engaño no puede mantenerse más, y tampoco su gestor principal, el inventor del sanchismo. Únicamente la complicidad de todos, le permitiría seguir adelante. Tendría que ampliar, hasta lo imposible, el coro de los impotentes. Personajes incapaces de controlar sus propias vidas y deseos, sobre los que ha construido el tinglado de su enredo, actuando por encima de ellos como corruptor, intentando evitar luego su responsabilidad, a cualquier precio. Su comparecencia del jueves, ante los medios de comunicación, ha sido el mejor ejemplo de ineptitud, para seguir presidiendo el gobierno de España.
Una puesta en escena propia de un teatrillo de pueblo. Tono lastimero, traje ad hoc, expresión facial de tanatorio, y lo de siempre. Petición de perdón innecesaria, puesto que se ha declarado absolutamente inocente, aduciendo ignorancia completa sobre todo lo ocurrido. ¿Por qué pedir perdón entonces? Simple ejercicio de retórica pobre e hipócrita. Ni el menor atisbo de dignidad, sentido de la responsabilidad y gallardía, ante la gravedad de la situación. Un discurso gastado que suena a hueco y falso. Proclamar a estas alturas que su proyecto es la regeneración democrática de España, parece una burla. No le quedan más vueltas a esta noria, cuyos cangilones vacíos rechinan de modo insoportable. Se puede aparentar hasta llegar a ser el gran artista del engaño, tarde o temprano, acaba asomando su condición miserable. Algo que le resulta lógicamente inaceptable.
La táctica empleada, para defenderse, ha puesto de manifiesto su único objetivo: mantener el poder, a todo trance. Su declaración más rotunda, junto a las excusas sin sentido, lo ha dejado claro: no habrá elecciones antes de 2027. Pero ese es su deseo, simplemente. Veremos si le es posible aguantar. Ni siquiera los pronósticos de Tezanos, que han ido más allá de toda previsión, han podido animarle a medir la confianza de los españoles, a través de las urnas. ¿O es que en el momento adecuado se podrá argumentar la legitimidad de cualquier resultado, sobre las «advertencias» de este promotor de bulos?
Artista del fuguismo, el presidente ha recurrido, una vez más, al intento de desviar la cuestión, pero con un escapismo cansino, por reiterativo. Única explicación: la situación a la que se enfrenta, no él, que no planta cara a nada; sino su gobierno, proviene del acoso de la oposición. Llegados a este punto se entiende mejor la resistencia a ultranza de Sánchez, para mantenerse en su actual residencia. Resulta difícil, ni siquiera suponer, el abandono de tantas prebendas como conlleva el cargo. Además de la asunción de otros riesgos. No es sólo salir de la Moncloa, para pasar al anonimato. Eso podría hacerlo un político, que hubiera incurrido en errores de gestión, más o menos graves, para los cuales la sanción de las urnas constituye el colofón natural.
En el caso de Sánchez, la naturaleza de sus actos puede acabar llevándole ante los tribunales de Justicia, una vez que las investigaciones de la UCO, a la que también ha tratado de desactivar, le conduzcan ante esos jueces que tanto teme y persigue. La condena, en esta ocasión, le obligaría a trasladar su residencia, forzosamente, a algún lugar de nombre bastante conocido: Soto del Real, Estremera, …, mucho menos atractivo, que el palacio lindante con la autovía de La Coruña.
Había comenzado la larga jornada del 12 de junio con la esperanza de distraer, una vez más, la atención de los ciudadanos, de la realidad inmediata. En su afán de liquidar la historia, o de reescribirla a su antojo, que es lo mismo había lanzado una campaña de publicidad, bajo el lema: Gobierno de España, el logotipo de la UE y la expresión de 40 años que dan para mucho. Orgullo de país. Orgullo de Europa. Cuando dice Gobierno de España parece que sería uno sólo, o sea, éste. Obviamente, se cumplen 40 años de la firma del Tratado de Adhesión de España a las Comunidades Europeas, (la UE no se crearía hasta 1992).
Algo es cierto: cuatro décadas dan para mucho, pero no todo positivo. Basta mirar lo ocurrido entre 2004 y 2025, y especialmente desde 2017 hasta hoy, para apreciar luces y sombras en un contraste marcado por «la inconsistencia gubernamental», a precio desorbitante. Con el mismo afán de confundir dice que celebramos la democracia, cual si hubiera nacido en 1985, y lo remata con que «este periodo, (desde esa fecha hasta el presente), ha sido el de mayor estabilidad, prosperidad y libertad de la historia contemporánea, de nuestro país». Se carga así de un plumazo la Transición, el papel del rey Juan Carlos en ella y la Constitución de 1978.
Emilio de Diego. Real Academia de Doctores de España.
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