Quisicosas

Perspectivas descendentes

Los andrólogos han levantado la voz de alarma porque muchos chicos jóvenes acuden a la consulta pidiendo la pastillita azul

Los jóvenes tienen problemas entre las piernas. Aquellas memorias de juventud, cuando la obsesión era no quedarse embarazada y la de ellos buscar una chica permisiva, han pasado a la historia. Entonces, bailar las lentas obligaba a alejar con determinación al caballero, empeñado en intimar, y el desafío era enfriar las calderas. Los andrólogos han levantado la voz de alarma porque muchos chicos jóvenes acuden a la consulta pidiendo la pastillita azul. Parece que se ha instalado entre los 18 y los 30 años una inseguridad, un terror al fracaso y la obsesión de que hay que ir a la lidia con aquello en ristre, para no defraudar.

La razón de este fracaso es doble. Los urólogos alemanes han alertado de que el consumo masivo de pornografía desde la infancia ha adelantado la pubertad y establecido una precoz sexualidad, de modo que después el declive de la cosa empieza a los treinta, diez años antes. Advierten los galenos de que la masturbación ha pasado de ejercicio esporádico a práctica diaria y que los menores no sólo se han educado con los inverosímiles modelos del cine porno –te conozco, te desnudo, te penetro y santas pascuas– sino que se han acostumbrado a la autosatisfacción y son incapaces cuando la carne real sustituye al ordenador o el móvil. ¿Qué le dices a esa señorita? ¿Cómo sabes lo que piensa? ¿Qué se le ocurrirá exigirte? Los gimnasios están plenos de gente extenuada para obtener bíceps, tríceps y rebíceps que los actores de la pantalla erótica lucen como pasaporte de éxito.

El segundo problema estriba en que, al parecer, lo del cortejo tenía su ser. Ese mirarse en la discoteca, elegirse y deslizarse por la pista, ese me gustas y ¿quieres salir conmigo? exigía contacto e imaginación y propiciaba un acercamiento paulatino, que después hacía de un beso o un abrazo el camino hacia una preferencia, no ya amorosa necesariamente, pero sí afectiva y situaba la relación sexual en un marco tranquilizador y estimulante, cercano y familiar.

El aquí te pillo y aquí te mato es estresante y demandador de funambulismos y acrobacias para las que no estamos hechos. Los chicos se enfrentan a la inmensa soledad del otro y llevan en la retina las contorsiones de la pantalla, y la distancia entre lo humano y la ficción desemboca en terror. El cialis, la viagra con 20 años, impensable hace una generación, cuando las chicas soñábamos con aviones urbanos que rociasen de bromuro los colegios de chicos y los cuarteles. Cuando pararles era una tarea ímproba, cuando le gustabas a todo el mundo y si había una certeza era que deseaban acostarse contigo y de lo último que dudaban era de sus cuerpos.