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Apuntes

En Perú saben de qué va la vaina, no como Albares

España debería interesarse mejor por los miles de mexicanos que mueren asesinados ahora mismo

Perú, según nota de su ministro de Exteriores, Hugo de Zela, acaba de romper relaciones diplomáticas con México, porque no sólo ha dado asilo político a la ex primera ministra Betssy Chávez, cómplice en la intentona golpista de 2022 del expresidente Castillo, sino porque los gobiernos de izquierda populista de López Obrador y de su sucesora, Claudia Sheinbaum, han pretendido «construir una realidad paralela frente a los acontecimientos», tratando de convertir a los autores del intento de golpe de Estado en víctimas, «cuando la realidad demuestra que los peruanos vivimos y queremos seguir viviendo en democracia, tal como lo reconocen todos los países del mundo, con la única y solitaria excepción de México». Como verán, es una forma elegante la del canciller de Zela de explicarles a Sheinbaum y compañía dónde acaban las mentiras interesadas y comienza la tozuda realidad. Porque, si no, se nos queda la misma cara de tonto que al ministro José Manuel Albares, tragando con la falsedad histórica del genocidio indígena, precisamente, ante los mismos miembros de la casta blanca criolla que se apresuraron, en nombre del progreso, a liquidar los corregimientos indios, es decir, sus tierras de labor, como sabe cualquiera que haya repasado un poco la historia del México independiente, sepa quién fue Plutarco Elías Calles y conozca que los indios Yaquis, tras una defensa tan heroica como estéril de sus aldeas, con cientos de muertos, fueron deportados al Yucatán, como mano de obra esclava y, por supuesto, ya sin la protección legal de la Corona española. Aún hoy, los descendientes de la tribu guardan discreción sobre su origen y mantienen los apellidos tras los que se ocultaron. No fueron los únicos ni serán los últimos. El narco acosa a las tribus originarias del norte con la misma facilidad asesina que emplea contra quienes se le oponen o, lo que es más común, tratan de disputarle las mejores «plazas», que es como se conoce a las zonas con acceso directo a Estados Unidos o a los puertos del Pacífico. Por supuesto, a la Sheinbaum, como a López Obrador, los indios de hoy, los contemporáneos, se la dan una higa, porque lo que importa es construir esas realidades paralelas que denuncia el canciller de Zela, sobre las que sostenerse, dado que la realidad muestra las tétricas sombras de un Estado fallido. El sábado pasado, asesinaron a Alberto Manzo Rodríguez, alcalde de Uruapan, la segunda ciudad más importante de Michoacán, que se había negado a pactar con el narco y denunció la corrupción de la Policía local de su municipio. Cuando lo balearon, iba escoltado por media docena de municipales. El asesino, un tirador solitario, fue abatido a continuación, que ya se sabe que los muertos no hablan. Manzo es el sexto alcalde asesinado en México en lo que va de año. De ahí, que no sea de extrañar que a la presidenta Sheinbaum se le acumule el trabajo y tardara más de doce horas en expresar sus condolencias. Fue más rápido el gobierno gringo. Tras el suceso, la población, hastiada, asaltó la sede del gobierno regional, en Morelia, la capital michoacana, en una especie de remedo de lo ocurrido en el Congreso de Washington. Lo mismo nuestro inefable ministro Albares podría interesarse cerca de la Sheinbaum por cómo les va a los mexicanos de ahora, incluidos, por supuesto, los indios. Por si podemos echarles una mano, antes de que lo haga Trump.

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