Editorial

Poder absoluto para una guerra sin final

La influencia o repercusión del suceso en el presente y el futuro de Rusia, o mejor dicho, del Kremlin se traducirá en todo caso en una consolidación del poder absoluto de Putin y por consiguiente de la estrategia bélica en Ucrania

Joe Biden ha formulado una de las reflexiones más lúcidas de su mandato a propósito de la muerte del hasta ahora líder de los mercenarios de Wagner, Yevgeni Prigozhin, y toda su plana mayor: «No hay mucho que pase en Rusia en lo que Putin no esté detrás». Parece una referencia refrendada por los acontecimientos y singularidades del mandato del inquilino del Kremlin con un rastro que despeja cualquier interrogante o escepticismo al respecto. La relación de opositores accidentalmente eliminados de la escena rusa es tan extensa como pavorosa. De hecho, el fallecimiento de Prigozhin, al estrellarse su avión sobre la región rusa de Tver, al norte de Moscú, dos meses después de protagonizar una rebelión contra Putin, ha resultado probablemente uno de los desenlaces potencialmente más esperados por la opinión pública mundial, especialmente después de que el autócrata fuera dejado en evidencia ante el mundo y en plena guerra de Ucrania por un raid de miles de hombres armados y sublevados que frenaron su avance imparable a pocas horas de la capital. Su liderazgo fue puesto en cuestión entonces y se transmitió al mundo la sombra de un gigante con los pies de barro, más allá de que fuera real o no. La apariencia de debilidad y vulnerabilidad de un déspota debe ser corregida de inmediato para sofocar y disuadir toda amenaza interna. Así que especular con un desenlace trágico del caudillo del grupo Wagner no estaba fuera de lugar. Por supuesto, que habrá una investigación oficial que determinará las causas del siniestro, pero parece complicado en la Rusia de Putin que nada burle esa verdad oficial que sirva a los intereses oficiales, que en este caso pasarán también por el control de Wagner, instrumento crítico en la política de seguridad y exterior de Moscú, así como por el mensaje directo de la autoridad reforzada e implacable del presidente. A este respecto, cuesta creer que fuera casualidad la destitución del general Sergei Surovikin, desaparecido después del fallido motín del grupo Wagner, como jefe de las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia en la víspera del siniestro que le costó la vida a Prigozhin. La influencia o repercusión del suceso en el presente y el futuro de Rusia, o mejor dicho, del Kremlin se traducirá en todo caso en una consolidación del poder absoluto de Putin y por consiguiente de la estrategia bélica en Ucrania en torno a un conflicto de desgaste y larga duración. La estabilización con matices de los frentes, más allá de la propaganda, define una contienda entre dos bandos sin capacidad de victoria ni ánimo y espíritu de derrota. Las contraofensivas triunfales se quedan en los titulares y la única verdad es que el balance de muertos, destrucción y empobrecimiento no sacude aún las conciencias adecuadas. Señalar a los culpables es una tarea sencilla, pero encontrar salidas y respuestas entre cadáveres y ruinas parece a día de hoy misión imposible.