Apuntes
¿Qué es para ti una zorra?
«Nuestro idioma, el español peninsular, es tan perfecto que un significante puede tener múltiples significados»
Disfrutamos de un idioma, el español peninsular, en el que un mismo significante puede tener múltiples significados. Esto se lo explicaría con más ciencia Ferdinand de Saussure, el padre del estructuralismo lingüístico, pero no sé si un sábado por la mañana es buen momento para hincarle el diente a las dicotomías del semiólogo suizo, lo de la sincronía y la diacronía y esas cosas que nos hicieron la vida más triste en la Facultad. Pero me desvío.
La cuestión es que en castellano, expresiones como «hijo de puta», «cabrón», «zorra» y «cojonudo», por citar las más próximas al hablante, pueden significar una cosa y su contraria, a tenor del contexto, el tono y la familiaridad en la que se desarrolle la conversación. Así, hay «hijos de puta» que obligan a tirar de navaja o botella rota, y otros que suenan como el mejor elogio que te puede hacer un amigo.
Lo mismo reza para «zorra», que es mala palabra cuando te la grita tu ex, mientras aporrea la puerta de casa, pero que dicha por una compañera de wasap y tardes de «solo chicas» te empodera como si hubieras colocado al niño en un internado suizo. Entre los varones talluditos, «zorra» adquiere más matices que colores hay en la naturaleza, pero no doy pistas, que, en llegando a una edad, ya sabemos que las conversaciones de barra de bar entre hombres o son secretas o pueden acabar en el sumario del juzgado de familia, a poco que se malinterpreten.
Y no es de ahora, no. Que en una sociedad matriarcal como la española los anticuerpos se trasmiten de generación en generación (y haz el favor de ponerte bien la servilleta que las manchas de langostinos no salen y siempre vas hecho un Adán). Desde las Vulpes, hace cuarenta años, con un servidor dándolo todo en el Rock-Ola, lo de «zorra» no escandaliza a nadie, menos aún si vas a Eurovisión donde hemos visto a unas polacas haciendo una performance porno con la mantequera, a unos islandeses que parecían sacados de una escena de saqueo a sangre y fuego de «Vikingos» o al Chikilicuatre, demostrando que las sociedades digitales siempre pueden caer más bajo. Ahora bien, eso no significa que si no te gusta la canción de la zorra es porque eres uno de esos fachas que tararean en la ducha el «Cara al Sol» con su «volverá a reír la primavera», es que no te gusta y punto, señor presidente.
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