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Letras líquidas

Los refugiados de Trump

Una sensación tal de inseguridad y arbitrariedad recorre el país que muchos estadounidenses empiezan a abandonarlo a la espera de otros tiempos

Suele compararse la edad de las mascotas con la de los humanos para saber en qué punto de su vida se encuentran. Aunque depende de muchos factores, como la raza o el tamaño, suele calcularse que un año de una persona equivale a siete para un perro. Buscamos siempre puntos de referencia para saber en qué momento estamos y para tener la certeza de dónde nos situamos. Lo hacemos, supongo, como aspirando a una cierta seguridad o a una apariencia de control. Siguiendo estos paralelismos, se me ocurre que, a veces, el tiempo no refleja lo que de verdad se cuantifica, sino que cuenta tanto la intensidad de lo que se produce que la percepción distorsiona la medida real.

Y, en esas estamos, desde el 20 de enero cuando Trump decidió acelerar el ritmo al que se mueve el mundo. A punto de cumplirse los dos meses de su llegada a la Casa Blanca y la velocidad a la que se producen los acontecimientos sigue causando estupor. Ya lo avisaron los «trumpólogos», la versión 2.0 no se parecería a la que conocimos en 2016, la hoja de ruta presidencial estaba muy trazada y la experiencia, esta vez sí, sería un grado. Órdenes presidenciales en los primeros minutos, decisiones en cascada que dificultan, cuando no impiden, un análisis real de lo que ocurre (en un plan perfectamente diseñado de confusión, ya lo desveló Bannon, el otrora gurú «trumpiano», en el anterior mandato). Y, si en el ámbito internacional, el caos y la tensión geopolítica se han dejado sentir, ya sea en forma de exabruptos diplomáticos en el Despacho Oval, presiones cercanas a la extorsión en las negociaciones con Ucrania o una guerra comercial aún de inciertas consecuencias, en el ámbito interno, o sea, dentro de las fronteras de Estados Unidos, la situación no es mucho más relajada. Giro radical en política migratoria, educativa, sanitaria o la relativa al empleo público y la administración.

Y una sensación tal de inseguridad y arbitrariedad recorre el país que muchos estadounidenses empiezan a abandonarlo a la espera de otros tiempos. Según «Financial Times», ya empieza a poder cuantificarse una tendencia que, aunque comenzó ya con la flexibilidad del teletrabajo tras la pandemia, ahora se ha intensificado y tiene a España como uno de sus destinos favoritos. En concreto, Madrid. La ciudad elegida para quienes llegan atraídos por el clima, la cultura, la comida y el aura que rodea una «gran ciudad», pero con un coste de vida más asequible que el de otras capitales europeas. Aún no sabemos cómo de largos se les habrán hecho estos dos primeros meses, ni a cuántos años les parecerá que equivalen, lo que sí tenemos claro es que ya se hacen llamar los refugiados de Trump.