La situación

Sabotajes, ciberataques y ultrarricos

«Ya no importa si se gobierna o si vivimos en el caos. Solo importa mantener el poder»

El día en el que España se convirtió en el primer país que se queda sin luz en casi todo su territorio (solo se salvaron las islas, Ceuta y Melilla), el presidente tardó casi seis horas en hacerse presente ante los españoles (incluso al fiel Gabriel Rufián le pareció demasiado tiempo, como dijo en el Congreso). Aquellos ciudadanos que aún guardaban en casa un antediluviano transistor a pilas pudieron escuchar al máximo dirigente político del país informarnos con pasmo y asombro (de ellos y de él) que «quince gigavatios se han perdido súbitamente, en apenas cinco segundos». Era difícil superar aquello de Rajoy de «los hilillos de plastilina» cuando se hundió el Prestige, pero Sánchez, como poco, lo igualó.

Nueve días después, el presidente compareció en el Congreso. Para entonces ya habíamos asistido a otro lunes negro, con miles de pasajeros atrapados en los trenes parados en las vías durante horas sin luz, ni agua, ni alimentos, ni información. En los países democráticos normales, los dirigentes políticos se sienten obligados a explicar lo ocurrido y a asumir las responsabilidades políticas que correspondan. Pero eso pasa en los países democráticos normales. Estamos en el segundo lunes de mayo, han pasado dos semanas del apagón y una semana del caos ferroviario, y no sabemos nada, ni pasa nada. Y nadie puede descartar que sigamos así ad calendas graecas. O, dicho en román paladino: tarde, mal y nunca.

El hombre más poderoso de España señala a los poderosos ultrarricos cuando se le pregunta por el colapso energético, e insinúa que se debió a un ciberataque. Y el ministro de Transportes, de carácter tan expansivo, chapotea en la tesis del sabotaje. Nadie puede descartar nada hasta que una investigación seria establezca las conclusiones definitivas. Pero un gobierno responsable no especula, ni lanza versiones con afán escapista. Nuestro gobierno, sí.

Sin embargo, Moncloa sabe que la sucesión de catástrofes permite que unas tapen a otras. Y el método de alimentar la polarización política funciona en este tiempo de hooliganismo político generalizado. Ya no importa si se gobierna o si vivimos en el caos. Solo importa mantener el poder.