Escrito en la pared

Sánchez ataca a Israel

Que Sánchez necesita el apoyo de los múltiples partidos que, entre la extrema izquierda y el nacionalismo, excitan el antisemitismo, no es descubrir nada nuevo

Los exabruptos del presidente Sánchez con respecto al Israel son la genuina expresión de su debilidad política. Decir que Israel es un «Estado genocida», más allá de que, a la luz de los acontecimientos, tal calificación casa mal con el derecho internacional, no es sino el tributo que se rinde a una extrema izquierda que no sólo agita el cotarro que alimenta la radicalidad de sus bases, sino que está comprometida de hoz y coz con las organizaciones terroristas que ejecutaron la matanza del siete de octubre en la que fueron asesinadas 1.195 personas y otras 251 resultaron secuestradas. Y también con las que en el exterior de Gaza, alimentadas por el régimen de los ayatolás, –en Siria, Líbano, Yemen– extendieron e internacionalizaron el conflicto. Repase el lector las noticias que, en el último año, han dado cuenta de los apoyos políticos y organizativos a entidades como Samidoun y Masar Badil; o de las que cooperan con las campañas BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) contra el Estado de Israel –la última de las cuales ha dejado desarmada a la Guardia Civil española–; o también las que, usando los fondos de la ayuda al desarrollo, principalmente desde el País Vasco, Cataluña y la sede española de la cooperación, financian desde hace años a ONGs palestinas asociadas a organizaciones terroristas.

Que Sánchez necesita el apoyo de los múltiples partidos que, entre la extrema izquierda y el nacionalismo, excitan el antisemitismo, no es descubrir nada nuevo. Y tampoco que, hasta ahora, el presidente ha creído que atacar a los judíos carecía de coste político. Pero hete aquí que, de pronto, se le ha cruzado en esa trayectoria demagógica la votación popular del Festival de Eurovisión y le ha dejado perplejo, pues una mayoría de varias decenas de miles de fans encumbró –pagando el coste de su participación– a Yuval Raphaël –por cierto, superviviente de aquella aniquilación del 7-O–. Entonces, Sánchez, a través de RTVE, ha acusado de politización al público, tratando de vituperar su criterio. Para él, prescindir del acontecimiento desencadenante de la guerra no es un acto político. Eso, en la cumbre de la Liga Árabe, lo concibe como parte de «un orden mundial en el que prevalece la justicia».