Los puntos sobre las íes

Sánchez o la banalización del nazismo

El PSOE, Sumar y Podemos divisan ultraderechistas, franquistas y fascistas por todas partes

El nazismo es cualitativamente la ideología más siniestra de la historia, el Holocausto constituye un nivel de maldad insuperable, y cuantitativamente la tercera, el estalinismo asesinó a 50 millones de personas y el maoísmo se apioló de otras tantas, siete veces más cada uno que el régimen encabezado por el hijo de Satanás de Adolf Hitler. Por eso en todo Occidente se persigue con penas de cárcel cualquier acto de apología, negación o incluso relativización de ese III Reich que pretendía ser el Imperio de los 1.000 años y, afortunadamente y tras no poca sangre derramada por el camino, se quedó en escasos 12. A Jean-Marie Le Pen, padre de la que seguramente será la próxima presidenta de la República Francesa, desmentir la existencia de las cámaras de gas le costó no pocas sanciones penales. En Alemania sucede tres cuartos de lo mismo por la elemental razón de que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Y el antisemitismo, que por cierto tanto mola a nuestro Gobierno socialcomunista, forma igualmente parte del catálogo delictivo en el mundo libre. Por eso no entiendo esa asquerosa manía de Pedro Sánchez y sus socios comunistas de darnos permanentemente el coñazo con el mantrita de una «ultraderecha» que sólo existe en sus enfermas mentes. Por no hablar de un Francisco Franco que ni está ni se le espera, que murió en la cama, que fue el ídolo de no pocos chaqueteros que cambiaron la camisa azul por el puño y la rosa y que no figura ni en el lugar 500 de las preocupaciones de los españoles. Un marciano recién aterrizado que escuchase a Sánchez hablar de Vox concluiría que los de Abascal conforman bandas de matones que van por la calle pegando patadas en la boca con sus Doc Martens, moliendo a batazos al primer ciudadano de color que se encuentran, asesinando a quienes no piensan como ellos y violando mujeres. No conozco un solo franquista, ni entre mis amigos ni entre mis enemigos, pero el PSOE, Sumar y Podemos divisan ultraderechistas, franquistas y fascistas por todas partes. Hasta hace bien poco raro era el mitin en el que no trazaban un paralelismo entre Abascal y Franco, normalmente de manera implícita porque son tan pueriles como cobardes. Ahora van más allá y equiparan al de Amurrio directamente con Hitler. La última barrabasada tuvo lugar el sábado pasado en el Congreso de un PSOE castellanoleonés que por algo lleva en la oposición 38 años, que se dice pronto. El caudillo socialista se superó en vileza: «La historia juzgó de manera muy dura a los colaboracionistas en el siglo XX y estoy convencido de que va a volver a ser muy duro con los colaboracionistas de la ultraderecha en el XXI». Los colaboracionistas del XX eran, obviamente, los Pétain, Mosley y cía. Los de nuestro tiempo en España integran el PP de Alberto Núñez Feijóo, lo cual lleva a colegir que las huestes de Santiago Abascal son poco menos que las SS. Una doble salvajada dialéctica. Por un lado, banaliza el nazismo porque si equiparas a un partido impecablemente democrático como Vox con el NSDAP, cualquiera que desconozca la historia, nuestros jóvenes sin ir más lejos, pensará que la era hitleriana no fue tan mala. Una irresponsabilidad superlativa. Y, por otro, porque está imputando un delito a Feijóo y otro a Abascal. Yo soy cualquiera de ellos dos y me voy ipso facto al juzgado de guardia a querellarme contra el marido de la cuatro veces presunta corrupta Begoña Gómez. Por cierto, para colaboracionista, tú, Pedro Sánchez. De ETA, naturalmente.