
Quisicosas
La sanguijuela
Desde que tuve el dudoso placer de conocer a Emilio Carrillo hace un cuarto de siglo, el tipo -que vive plácidamente en un ático en el barrio de Tetuán- ha participado en la evasión de 300 millones y no ha cesado de perjudicar a la sociedad a la que sangra. Me ha embargado el vértigo ante semejante existencia
El común de los mortales no somos ni buenos ni malos perennes, sino mediopensionistas morales, con tiempos de luz y tiniebla, pero los hay cabrones perpetuos. Me acabo de topar con uno y no me recupero. Un tipo que ha dedicado la energía de una vida entera a la trata de blancas, estafa, blanqueo y fraude. El desgraciado ha tenido el poder de hacerme soñar -y lo detesto- con un Guantánamo en que clausurarlo vestido de naranja para siempre.
Conocí a Emilio Carrillo hace 24 años, cuando Miguel Ángel Mellado, entonces mi jefe en El Mundo, me envió a investigar a los proxenetas que pretendían crear Anela (Asociación española de locales de alterne), que llegó a presentarse públicamente en el Hotel Meliá de Madrid y levantó un lógico escándalo. Este sujeto rudimentario pero bien vestido, que no carecía de cierto encanto ofidio, me citó en su puticlub Hot Show Girls, en los bajos de la Plaza de Colón. Tenía entonces siete prostíbulos en Segovia, Villalba, Zafra, Puertollano, Badajoz, Valladolid y Madrid capital. Yo tenía 35 años y hacía cantar la traviata a los entrevistados. Me confesó que sus hijos desconocían a lo que se dedicaba y acudían a un colegio religioso, que su mujer estaba celosa, pero se aguantaba y que ventilaba cualquier duda moral considerando que «esto ha existido siempre», portándose bien con las «señoritas, que me quieren mucho» -así se refería a ellas- y «defendiéndolas de los mafiosos». Salí de aquel sótano iluminado, repugnante y viscoso, limpiándome la mano que le había dado.
El otro día me llamó José María Olmo, compañero de El Confidencial, que anda investigando la trama de Koldo y Ábalos, para que certificase la identidad de Emilio Carrillo. En la foto estaba viejo, pero era él. La UCO ha documentado que acabó ampliando sus «negocios» al mundo del petróleo y entró en un entramado societario en el que está involucrado Koldo a través de la empresa Instalibero District SL. Compadreaba con tres sinvergüenzas, Manuel Sallés Carceller, Jesús de Gregorio Llopis y Claudio Rivas. El juzgado Central de Instrucción número 5 ya los detuvo hace cuatro años, en el marco de las diligencias previas 100/20221, por ocasionar un agujero a la Agencia Tributaria de 111,9 millones de euros. La UCO impidió que llegaran a consumar otra estafa en el sector de hidrocarburos y blanqueo, pero no pudo evitar que Rivas evadiese 182 millones de euros más.
Desde que tuve el dudoso placer de conocer a Emilio Carrillo hace un cuarto de siglo, el tipo -que vive plácidamente en un ático en el barrio de Tetuán- ha participado en la evasión de 300 millones y no ha cesado de perjudicar a la sociedad a la que sangra. Me ha embargado el vértigo ante semejante existencia.
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