El bisturí
La Sanidad termina de rematar a Sánchez
El hundimiento de los barones socialistas ha sido especialmente agudo en aquellas autonomías en las que peor ha funcionado la Sanidad
En los últimos tres días se han escrito ríos de tinta para intentar explicar con todo lujo de detalles las razones del descalabro del PSOE y de la izquierda radical en las autonómicas y municipales del domingo, y del empuje del nuevo PP de Alberto Núñez Feijóo, el claro triunfador en los comicios. Unos resultados, por cierto, que han llevado al Gobierno a adelantar las generales a este 23 de julio. Resulta claro que no han sido uno o dos, sino numerosos, los factores que han pesado en la debacle del autodenominado bloque «progresista». Algunos achacan enorme peso al escándalo de las listas de Bildu y al vergonzoso descubrimiento de la compra de votos en plena campaña. Otros lo atribuyen más a las fricciones producidas en el Ejecutivo de coalición. Los que así piensan argumentan que los independentistas vascos y catalanes y los socios extremistas han terminado de llevarse por delante a Pedro Sánchez y su séquito. Otro grupo lo relaciona con el desgaste producido en estos años. A una pésima gestión de la pandemia, con privaciones de libertad declaradas ilegales por los tribunales, hay que sumar la subida disparatada de los precios de los alimentos y la energía, las masivas subidas de impuestos y la errática marcha de la economía, con mucho mayor paro que el que reflejan las adulteradas estadísticas oficiales y con una deuda pública galopante. En este grupo de factores y en el anterior hay que incluir la ley del «sólo sí es sí». La liberación de centenares de violadores ha indignado por igual a españoles de derechas y de izquierdas y ha constituido un ejemplo perfecto de la incompetencia y la descoordinación de los políticos que han llevado las riendas del país durante los últimos cuatro años. En los análisis sobre el fracaso del PSOE y la izquierda radical echo en falta, sin embargo, el análisis de un factor que, a mi juicio, ha resultado decisivo: el de la gestión de los servicios públicos y, particularmente, de la Sanidad. Salvo contadas excepciones, el hundimiento de los barones socialistas ha sido especialmente agudo en aquellas autonomías en las que peor ha funcionado la Sanidad. Uno de los casos paradigmáticos ha sido la Comunidad Valenciana, en donde, además de sectaria, la reversión del Hospital de Alcira decretada por Ximo Puig y sus socios del Botànic fue un completo fracaso. Particularmente llamativos son también los casos de Aragón, Baleares y Extremadura. En estos territorios la lista de espera para una intervención quirúrgica ha superado con creces los 120 días de media que se contabilizan en el conjunto del país. En la comunidad de Javier Lambán ha desbordado esta media de forma sostenida durante toda la legislatura y ahora se sitúa en 128 días. En las islas Baleares de Francina Armengol se sitúa en 124 días, y en la Extremadura de Guillermo Fernández Vara ha alcanzado los 156 días. Aunque las comparaciones puedan parecer odiosas, baste decir que en la Comunidad de Madrid, en donde Isabel Díaz Ayuso ha arrasado, la demora media para una cirugía es de apenas 63 días. La nefasta gestión sanitaria ha penalizado también a la Cantabria del demagogo filosocialista Miguel Ángel Revilla. En ella, los pacientes esperan la friolera de 154 días para operarse. Otro tanto ha ocurrido en La Rioja, que experimentará un cambio político, al contabilizar 111 días. La conclusión es que los ciudadanos quieren soluciones a sus problemas en lugar de arengas políticas.
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