Mar en calma
Sonido de Esperanza
Ningún acto de amor es demasiado pequeño y siempre estamos a tiempo de salvar una vida
La película «Sonido de Esperanza», presentada en Madrid por la Fundación Soñar Despierto, lleva una semana en cartelera y narra cómo una comunidad puede marcar la diferencia animando al acogimiento y la adopción.
Es una conmovedora historia que toca el alma, reflexionando acerca de la responsabilidad de todos de dar una vida digna a la infancia desprotegida y abandonada. Precisamente, la Fundación Soñar Despierto apoya a menores y jóvenes que crecen en centros de acogida o proceden de entornos familiares desestructurados. Además, facilitan una educación de calidad, compañía y seguimiento afectivo continuado, dado que su infancia carece de modelos de referencia y estabilidad emocional.
«Sonido de Esperanza» invita al espectador a emocionarse en cada escena invadido por el poder de la empatía y la compasión. Basada en hechos reales ocurridos en Possum Trot, Texas, la película cuenta que una congregación y su líder, el reverendo Martin, adoptan a 77 menores del sistema de acogida. Es una historia de solidaridad, fe y compromiso comunitario que transmite una profunda esperanza.
Su cuidada fotografía y una emotiva banda sonora logran que el espectador esté en todo momento al borde de las lágrimas. También es un acierto la voz en off de Donna, la protagonista; consigue que hagamos introspección de todo lo que está ocurriendo.
Tiene un trasfondo cristiano, pero no es una película religiosa o evangelizadora, sino que exalta valores universales como la familia, el compromiso comunitario, la dignidad humana, la resiliencia y la solidaridad.
«Sonido de Esperanza» ha sido recibida en su país de origen con mucho entusiasmo, aclamada por el público con la nota más alta, especialmente por su gran mensaje inspirador.
Ningún acto de amor es demasiado pequeño y siempre estamos a tiempo de salvar una vida.
Me impactó el sentido que da al bautismo una de las niñas adoptadas, con un pasado tremendamente difícil: morir para renacer.
Eso es justo lo que, lamentablemente, tantos niños precisan.