La situación

Las tensiones del 8M

«Un movimiento feminista troceado en facciones y con esos sectores enfrentados en público, no facilita que se alcance el objetivo perseguido»

El 8 de marzo de 2019, España se convirtió en noticia mundial por la masiva participación en las concentraciones del Día de la Mujer. Fue una movilización que permitió avanzar en la conciencia general hacia la igualdad de géneros. No ocurrió lo mismo el 8M de 2020. Las tensiones entre distintos sectores del feminismo coincidieron con las advertencias sobre la posibilidad de que grandes manifestaciones por toda España provocaran un contagio generalizado del coronavirus que, ya por entonces, se expandía por el mundo. De hecho, solo una semana después se decretó el confinamiento. No fue el mejor año para una reivindicación que seguía siendo necesaria. Menos aún, cuando sectores de la extrema izquierda trataban de agredir a dirigentes políticas de centro derecha que pretendían sumarse a las marchas.

Desde entonces, la diferencia de criterios entre feministas del PSOE y feministas de Podemos (por simplificar la explicación) ha provocado agrios desencuentros públicos sobre asuntos como la Ley Trans o sobre la posibilidad de legislar para abolir la prostitución. Esas discrepancias se han multiplicado debido al fiasco provocado por la aplicación de la ley del «sólo sí es sí». Y la vergüenza se ha instalado en las filas del gobierno de coalición ante las aventuras prostibuleras de la trama del Tito Berni, que quiebran cualquier discurso, por bienintencionado que sea.

Ahora, la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas de mayo, y las menos inmediatas, pero aún más importantes, elecciones generales de diciembre hacen que nada esté libre del condicionante provocado por las urnas. A los dos partidos de la coalición les quedan pocos meses para implementar sus propios programas. Y las políticas feministas serán uno de los elementos centrales de sus respectivas promesas electorales. PSOE y Podemos necesitan victorias en ese ámbito. Y un éxito del «feminismo PSOE» puede suponer un fracaso del «feminismo Podemos», y viceversa.

La experiencia de estos meses, los insultos que se intercambiaron ayer los propios socios de gobierno en el Parlamento, y el choque entre sus organizaciones afines, demuestran que un movimiento feminista troceado en facciones y con esos sectores enfrentados en público, no facilita que se alcance el objetivo perseguido.