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Y volvieron cantando

¿Toca hablar del servicio militar?

Sería un error situar el riesgo de conflicto en latitudes lejanas, entre otras cosas porque aquí ya sabemos de marchas verdes e islotes Perejil. La mili no es una «marcianada»

Publicaba recientemente este periódico un interesante reportaje sobre la normativa a propósito de las escalas de llamadas a filas en nuestro país llegado el hipotético y nada deseable caso de vernos inmersos en un conflicto armado, máxime ante la amenaza de una guerra global que ya por desgracia no se contempla como quimérica, los conflictos cruzados en Oriente Medio o la sangrante guerra de Ucrania, a lo que se une el debate no cerrado sobre el obligado y necesario aumento del gasto militar entre los países miembros de la OTAN. Las llamadas a filas como inevitable espada de Damocles que pende en momentos complicados sobre determinados núcleos de población no escapan al resurgimiento inevitable y casi diría que ineludible de ese otro debate sobre el regreso de un servicio militar obligatorio que ya está sobre las mesas de no pocos socios de España tanto en la Alianza Atlántica como en la propia Unión Europea. Su obligatoriedad ya se plantea en la vecina Francia además de los países bálticos y los socios nórdicos, en Alemania se encuentra directamente en fase de estudio y hasta ha sido objeto de propuesta electoral en Gran Bretaña, a lo que se añaden casos mucho más concretos como el danés que contempla con toda lógica la incorporación de mujeres a ese servicio obligatorio.

La «mili», que entre otras cosas positivas unía y hermanaba a catalanes con andaluces, ricos con pobres o payos con gitanos, fue suprimida hace veinticinco años no precisamente por un gobierno «progresista», sino por el presidido por José María Aznar, atendiendo a una de las exigencias de Jordi Pujol en el pacto del Majestic y ahora llama a la puerta colándose como un debate más a tener en cuenta entre las políticas de Defensa que plantea el nuevo contexto geopolítico mundial y por mucho que no agrade a la actual ministra del ramo. Es un melón que curiosamente ve la misma complicidad entre las izquierdas y las derechas de nuestro país a la hora de arrumbarlo al rincón del olvido, sobre todo porque los movimientos objetores y de insumisión son demasiados transversales especialmente entre votantes de 20 a 35 años, según datos del propio CIS. Pero ojo, sería un error situar el riesgo de conflicto en latitudes lejanas, entre otras cosas porque aquí ya sabemos de marchas verdes e islotes Perejil. La mili no es una «marcianada».