Ministerio de Defensa

De otra pasta

La Razón
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Hay que extraerles que hablen de sus problemas o dificultades, como si de la muela del juicio se tratase. «En España tenemos temperaturas de 40 grados. ¿Cómo estáis vosotros en Bagdad?». «En julio andamos por los 53/54 con algún pico de 59/60; se lleva bien porque es seco, salvo cuando sopla viento».

Así se despacha el jefe del Grupo de Operaciones Especiales («GOE Valencia III»), Gutierrez Alcalá . Ya anduvo por estos lares en 2015. Con carácter conjunto, el Mando de Operaciones Especiales (MOE) ha integrado a núcleos de la Fuerza de Guerra Naval Especial de la Armada (FGNE) y del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas del EA (EZAPAC).

Forma parte del contingente español, uno de los componentes de la Coalición Internacional de 70 países que liderada por Estados Unidos desarrolla la Resolución 2178 /2014 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

El grueso de nuestro contingente lo constituyen, no obstante, los 400 efectivos desplegados en la base «Gran Capitán» en Besmayah, procedentes en su mayoría de la Brigada Guadarrama XII con base en El Goloso y que integra junto a 25 guardias civiles a otros elementos logísticos y de apoyo nacionales. Bajo el mando del general Martín-Rabadán apoya y coordina además el trabajo de 50 instructores británicos, 30 portugueses y 20 norteamericanos, todos empeñados en el adiestramiento del ejército iraquí que lucha por recuperar la integridad de su territorio y expulsar al Daesh de lo que consideró su «califato».

Besmayah, situada a unos 60 kilómetros al sur de Bagdad –más al sur quedan An Najaf y Ad Diwaniya, ciudades bien conocidas por muchos de nuestros contingentes–, constituye hoy uno de los mejores campos de entrenamiento de Iraq en el que conviven tres escuelas de formación –Arma Acorazada, Explosivos y NBQ– un polígono de combate en población, 24 campos de tiro desde específicos para armas individuales hasta para Artillería y Aviación y alojamiento para 2.800 efectivos que lleguen al campo para mejorar sus técnicas de combate. A día de hoy han pasado por él 20.000 efectivos, muchos de los cuales han tenido importante protagonismo en combates recientes como los librados en Mosul.

Quisiera pensar y creer que la sociedad en la que vivo se va dando cuenta día a día de que la seguridad es un concepto global que no solo se consigue «dentro de casa». Que va entendiendo que los subsaharianos que asaltan las vallas de Ceuta o Melilla no han nacido precisamente en aquellas barrancadas inmediatas llenas de chumberas y tojos. Y que todos los emigrantes que intentan arribar dramáticamente a Europa por la vía del Egeo o del Tirreno, proceden de Estados fallidos en los que lo primero que perdieron fue su libertad y su seguridad.

Sí, resumo. Seguimos en un Irak en guerra, ayudando a recomponerlo. No juzgo si lo hacemos pagando errores políticos. Simplemente estamos cumpliendo órdenes de nuestro Gobierno, avaladas por nuestras Cortes, legitimadas por una Resolución de la ONU. Punto.

Y somos consecuentes con nuestros aliados. Con ellos compartimos esfuerzos, riesgos, sacrificios. Ellos ven en nosotros a unas fuerzas armadas serias, eficaces, fiables. La prueba es la confianza depositada por ingleses, norteamericanos, portugueses y los propios iraquíes, en Besmayah.

Europa –París, Londres, Niza, Bruselas– sigue en alerta, pendiente de las consecuencias de una guerra que se libra en Siria e Irak. Enfrente tenemos a un enemigo fanatizado que no se resigna a ser derrotado y expulsado de lo que un día soñó podría ser su califato.

En nuestra España hospitalaria y festiva, millones de personas disfrutan del verano. No sé si son conscientes de que uno de los factores más importantes de este disfrute lo constituye su seguridad. Indiscutiblemente ésta se apoya en el cercano esfuerzo de los hombres y mujeres de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad. Pero hay otros esfuerzos lejanos que contribuyen a ella a medio y largo plazo. Más de 2.600 españoles hoy, desplegados por los siete mares y los cinco continentes, bien coordinados por el Mando de Operaciones del EMAD, forman parte de este esfuerzo. Y en contacto con la dura realidad de la guerra –Mali, Centroafricana, Colombia, Afganistán, Somalia, Líbano–, inmediatos a las consecuencias humanas que conllevan, no comprenden cómo una sociedad rica como la nuestra se desgarra en luchas entre hermanos a consecuencia de heridas internas provocadas por manipulaciones de la Historia, egoísmos, soberbias, insolidaridades o incomprensiones.

Ya que no pudieron conocer el Sarajevo o el Mostar de los 90, no les vendría mal a alguno de nuestros protagonistas de hoy darse un paseo por Besmayah. Comprobarían no solo cómo se trabaja a 59 grados; constatarían lo fácil que es romper un país y lo difícil que es recomponerlo.

Quizás también se convencerían de que para ser «de otra pasta» basta integrar en un fondo de lealtad, espíritu de servicio, honestidad, solidaridad y asunción de esfuerzos y riesgos. ¡Así de sencillo; así de trascendente!