Crisis económica

El destino europeo de Gran Bretaña

La razón de ese escepticismo y esa hostilidad a la Unión Europea en el partido gobernante en Reino Unido no es difícil de entender. Europa está en crisis

La cuestión de Europa lleva años perturbando y dividiendo la política británica, pero ahora los políticos del partido gobernante están formulando a las claras los argumentos en pro de que Gran Bretaña abandone la UE o cambie radicalmente su relación con ella, lo que puede equivaler a lo mismo, con el agrado de algunos de los dirigentes de nuestra nación y con un apoyo aún mayor entre el público. La razón de ese escepticismo y esa hostilidad a la UE no es difícil de entender. Europa está en crisis. La deficiencia en la concepción del euro –una unión económica motivada por la política, pero expresada en la economía– ha resultado manifiesta. Ahora deben aplicarse –rápidamente, en plena crisis y sin el lujo de la devaluación– los cambios estructurales a economías que experimentaron una intensa bajada de los tipos de interés cuando se adhirieron al bloque monetario dominado por Alemania.

Como Europa está en crisis, ser antieuropeo es popular, pero la capacidad de los dirigentes no consiste en ceder a la política a corto plazo, sino en dirigirla en pro de la política a largo plazo.

En realidad, las razones en pro de la UE son actualmente mayores, no menores, que hace sesenta y seis años, cuando se inició el proyecto, pero son diferentes. En aquella época, la razón fundamental era la paz; ahora, es el poder. China tiene una población tres veces mayor que la de la UE y una economía que con el tiempo será la mayor del mundo. India tiene más de mil millones de habitantes. La población de Indonesia es tres veces mayor que la del país más grande de Europa y muchos otros países –entre ellos, Rusia, Brasil, México, Vietnam, Filipinas y Egipto– tienen más habitantes en la actualidad que cualquier Estado miembro de la UE.

Se trata de algo decisivo, porque, al moverse la tecnología y el capital por el mundo, habrá un realineamiento del PIB y de la población: cuanto mayor sea la población de un país, mayor será su economía. EE UU sigue siendo extraordinariamente fuerte, pues su Ejército es seguramente el mayor y mejor equipado del mundo, pero su condición de única superpotencia del mundo llegará a ser insostenible.

Ése es el panorama general. Actualmente, la razón en pro de la UE es la de que los países miembros, incluida Gran Bretaña, han de tener peso para ejercer su poder en la economía, el comercio, la defensa y la política exterior, además de abordar las amenazas mundiales como el cambio climático. La UE brinda a Gran Bretaña un peso colectivo del que carece por sí sola.

En verdad es así de simple: en un mundo en el que China e India tiene poblaciones veinte veces mayores que la de Reino Unido, Gran Bretaña necesita a la UE para perseguir su interés nacional eficazmente. Con ella, contamos más; sin ella, contamos menos. Y, si queremos participar en Europa, debemos hacerlo como europeos, lo que depende de que Gran Bretaña reconozca no sólo la razón estratégica en pro de Europa, sino también el interés estratégico de Gran Bretaña en ser partícipe.

A ese respecto, ya no basta con que los proeuropeos afirmemos que sólo los pequeños ingleses atávicos son partidarios de abandonarla o que, fuera de la UE, Gran Bretaña se paralizaría o se desintegraría. Gran Bretaña podría tener un futuro fuera de Europa. La cuestión es la de si debe: la de si sería sensato abandonarla desde el punto de vista de los intereses de Gran Bretaña a largo plazo.

Lo primero que debemos hacer es desmontar una falsa ilusión, a saber, la de que Gran Bretaña podría ser como Noruega o Suiza. Noruega tiene una población de unos 4,9 millones de habitantes y un PIB de 485.800 millones de dólares. También tiene un fondo soberano actualmente valorado en más de 600.000 millones de dólares y que podría alcanzar el billón de dólares en 2020, gracias a unas inmensas reservas de petróleo y gas. Si Reino Unido, con un PIB de 2,4 billones de dólares, tuviera un fondo soberano de unos tres billones de dólares, todos los argumentos cambiarían, pero no lo tiene. Y no se puede afirmar en serio que Gran Bretaña podría llegar a ser como Suiza, caso política y económicamente excepcional.

Fuera de la UE, Gran Bretaña afrontaría tres importantes desventajas. En primer lugar, perdería su papel dirigente mundial. No debería haber falsas ilusiones al respecto. La idea de que entonces mantendría nuevas relaciones con países como China e India es descabellada. Ninguno de esos países subordinaría jamás su relación con Europa a una relación con una Gran Bretaña no europea.

En segundo lugar, abandonar la UE la excluiría del proceso de adopción de decisiones que determina las normas del mercado único. Las empresas británicas lo saben, como también las empresas mundiales que utilizan a Reino Unido como una base europea.

Por último, Gran Bretaña perdería la oportunidad de la cooperación y una fuerza suplementaria respecto de cuestiones que le importan –por ejemplo, el cambio climático o las negociaciones comerciales– en un momento en el que otros están aprovechando las oportunidades ofrecidas por la integración regional. Hablemos claro también sobre la «renegociación de los términos de la adhesión». Si Gran Bretaña se centra en los próximos años, en lugar de en cómo ayudar a Europa a recuperarse y prosperar, en cómo cambiar su relación con ella, no cabe la menor duda de cómo será el estado de ánimo con el que nuestros socios actuales se aprestarán a dicha negociación. Gran Bretaña no debe internarse por esa senda, a no ser que esté dispuesta a seguirla hasta la salida.

En 1946, cuando Europa debatía sobre sus primeros pasos vacilantes hacia la integración, Winston Churchill pronunció su famoso discurso en el que hizo un llamamiento en pro de unos Estados Unidos de Europa, que consideraba la vía a la paz después de los horrores de la guerra. Deseó éxito a esa empresa, pero no tenía la intención de que Gran Bretaña formara parte de ella. Y así fue.

Pero Gran Bretaña pasó los dos decenios siguientes intentando adherirse a ella y, cuando por fin lo hizo, muchas de las normas y gran parte de la infraestructura institucional ya eran definitivas. No me cabe duda de que, si hubiéramos previsto el futuro en 1946, habríamos querido estar en Europa desde el principio. Europa es un destino que Gran Bretaña nunca aceptará fácilmente, pero hacerlo es absolutamente esencial para seguir siendo una potencia mundial, política y económicamente. Sería un error diplomático monumental dar la espalda a Europa y abandonar una posición decisiva de poder e influencia en el siglo XXI.

Copyright: Project Syndicate, 2012