Jorge Urosa

Mas-Colell, experto en «ceteris paribus»

El inglés Alfred Marshall, cuyos «Principios de economía» fueron durante muchos años libro de cabecera de todo el mundo, realizó una interesante aportación a la economía, que después ha sido de gran utilidad para la microeconomía: el concepto «ceteris paribus». Es una expresión latina que significa «todo lo demás, constante». Marshall, consciente de la multitud de interrelaciones que existen en la actividad económica, decidió diseñar un modelo analítico, el «equilibrio parcial», cuya finalidad era aislar el comportamiento de un determinado aspecto económico, suponiendo que el resto de variables permanecen constantes.

Por su parte, Mas-Colell, el actual conseller de Economía del Gobierno Catalán, tratado de reconocido economista, experto en microeconomía y frustrado candidato a Premio Nobel, es coautor de «Microeconomic Theory» junto a Michael Whinston y Jerry Green, un manual también de referencia en todas las universidades del mundo.

Es muy propio en el análisis microeconómico adoptar el «ceteris paribus» como concepto fundamental para modelar o plantear situaciones, lo que significa que se diseña un mundo ideal en el que las variables que envuelven el modelo son constantes y, por lo tanto, no afectan a las variables principales.

Es probable que eso explique las dificultades que tiene el conseller Mas-Colell para interrelacionarse con el mundo. Como microeconomista, incorpora el «ceteris paribus» de forma refleja. El problema es que el mundo está en constante movimiento, por lo que las variables cambian de valor de forma continua.

Este efecto reflejo explicaría algunos tropiezos dignos de mención acumulados en su trayectoria como conseller de Economía: la retención del Impuesto sobre le Renta que realizó sobre la paga que suprimió a los funcionarios, el fiasco de la venta de los inmuebles de la Generalitat de Catalunya, el hundimiento de Spanair, el nulo interés del mercado que generó la venta de TABASA, la permanente incertidumbre en el cumplimiento del déficit... Y todos ellos, presididos por una especie de afán, más que recaudador, de «hacer caja».

El último error ha sido sonado: la privatización de Aigües Ter-Llobregat, la empresa pública que suministra el agua en la Región Metropolitana de Barcelona a casi cinco millones de habitantes.

Ésta es una experiencia sin duda irrepetible, propia del modelo de equilibrio parcial de Marshall, donde la variable principal era la reducción del déficit de la Generalitat de Catalunya y el resto de variables se mantenían en el estado «ceteris paribus», en situación constante. El problema es que el resto de esas variables no estaban en su mundo ideal: respeto a la legalidad, plazos de formalización, competidores con sus respectivas ofertas...

Coincide en este caso la presencia de dos ofertas en el proceso de privatización forzada por recaudar fondos y reducir el déficit. Un consorcio liderado por Acciona y otro consorcio liderado por Agbar. La Generalitat de Catalunya adjudicó el concurso al primero y, de forma inmediata, el segundo planteó el correspondiente recurso especial en materia de contratación ante el Oarcc (Organismo de Recursos Contractuales de Catalunya). Éste emitió el pasado 2 de enero una resolución concluyendo que la oferta de Acciona debía ser excluida del proceso porque no cumplía el pliego de cláusulas administrativas. La resolución era de inmediata ejecución.

La concepción del recurso especial emana de la legislación comunitaria y pretende dotar a los licitadores de un arbitrio eficaz, de manera que se evite la formalización de los contratos si la adjudicación adolece de algún defecto, como es el caso que nos ocupa.

Lo sorprendente es que, a sabiendas de lo anterior, el contrato de adjudicación se suscribiera el 27 de diciembre de 2012, antes de que el Oarcc adoptara la resolución del recurso especial que había planteado Agbar; una auténtica chapuza... Como curiosidad, cabe indicar que el contrato se formalizaba mientras el nuevo Gobierno estaba tomando posesión, es decir, en una situación de interinidad.

La cuestión es ¿por qué se firma el contrato si no hay resolución del Oarcc? Es posible que incluso los propios adjudicatarios albergasen dudas de suscribirlo o no. Todo apunta a que la desesperación de Mas-Colell para cumplir su variable «déficit» presionó al Oarcc para levantar la suspensión del procedimiento, cosa que se produce de forma automática mientras no se resuelve el recurso. Pero de esta manera, con la formalización del contrato derivado del concurso, podría anotar en su contabilidad la operación. Y así, objetivo cumplido.

Mas-Colell se diseñó su mundo ideal: reducir el déficit ignorando la legalidad, el procedimiento, las circunstancias, la coyuntura... y cualquier otra variable. El frustrado Nobel, con esta actuación, podría patentar el «desequilibrio total» en contraposición al «equilibrio parcial» de Marshall.