Luis Alejandre

Trasplantes

La Razón
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Me duele que en momentos en que necesitamos reforzar nuestra autoestima como pueblo demos escasa importancia a los datos que acaba de facilitar la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) que dirige el doctor Rafael Matesanz, un hombre que debería ser a la vez «balón de oro», el más conocido de nuestros hombres públicos, la mejor áncora para amarrar el barco de nuestra sociedad ante las tormentas que amenazan su estabilidad.

Los datos hablan por sí solos: 4.768 trasplantados en 2015 con una media cercana a los 40 trasplantes año por millón de habitantes. Un récord no sólo europeo sino mundial. La media es de 13 trasplantes al día, es decir, un ser humano encuentra la esperanza de vivir cada dos horas. Recientemente, en un solo día, el lunes 14 de diciembre de 2105, se realizaron 38 trasplantes, 21 renales, 9 hepáticos, 5 pulmonares, dos cardíacos y uno pancreático renal.

¿Quieren imaginar el esfuerzo que representan estos 5.000 trasplantes? Equipos médicos largamente preparados con aptitudes y sobre todo con actitudes; servicios específicos de Protección Civil; ambulancias; aeropuertos y bases aéreas; compañías aéreas; Renfe, que se ha sumado recientemente, y por supuesto las familias donantes, cuando no los propios ciudadanos que ordenaron en vida la donación.

¿Qué impulsa además la eficiencia de la ONT? : la generosidad de muchas personas confiadas en el sistema, confiadas en la palabra del médico de Urgencias o de la UCI.

Esta eficiencia –primera lección a retener– se apoya en el carácter nacional de la Organización. Durante 2015 han participado en trasplantes 29 hospitales de la red pública: 6 andaluces, uno balear, otro cántabro, 4 castellano-leoneses, 3 catalanes, 3 valencianos, 2 gallegos, 4 madrileños, un murciano y dos navarros y otros tantos vascos. Y el dato significativo: un 22,6% de los trasplantes se realizan en comunidades autónomas diferentes a la de la donación. Segunda lección.

Por comunidades –y deberíamos darle la enhorabuena– los más generosos son los riojanos (78,9 por millón), los cántabros (73,5) y a mayor distancia los navarros (54,6), vascos (53,0), extremeños (45,7) y murcianos (44,3). Siento que no coincida esta clasificación con la de la Liga, también nacional, de fútbol. Para mí, ésta es mucho mas importante.

Dos datos más, con sabor agridulce: lo positivo es que el número de donantes crece un 10%; lo negativo es el envejecimiento progresivo de los mismos: el 53% supera los sesenta años. Es decir, hablamos de la generosidad de unas generaciones bastante mas sufridas que las jóvenes actuales. Tercera lección.

Si hablamos de balances de estos últimos veintitantos años hablamos de más de medio millón de españoles a los que se les inyectó vida y esperanza: 90.000 recibieron órganos; 300.000 tejidos, 50.000 medulas óseas y sangre de cordones umbilicales. A día de hoy siguen en lista de espera 5.552 pacientes. El año 2016 puede ser el de su recuperación si sigue el ritmo de donaciones.

Me llena de orgullo escribir sobre este tema. Pero, cuando intento trasplantarlo a nuestra vida política entro en barrena .

Porque hemos hablado de eficiencia, solidaridad, política «nacional» esperanza, fe en el ser humano, generosidad , equipo , confianza en el sistema y en los médicos, altísimo nivel de estudios e investigación médica, espíritu de servicio. Hablamos de una forma clara de expresar el patriotismo, sirviendo en la tierra de nuestros padres, a sus gentes.

Destacaría una virtud más, la discreción: sus manos derechas no saben lo que han hecho las manos izquierdas, siguiendo el precepto bíblico. Se mantiene confidencial el nombre del donante; se sabe el nombre del hospital y no necesariamente se endiosa al médico responsable, ni desde luego es portada de ningún medio. Al contrario de lo que han hecho otros profesionales –periodistas y jueces se llevan la palma– han huido del estrellato, buscando a cambio el estudio, las horas de investigación, el análisis exhaustivo de los errores , el trabajo colectivo, la reiteradamente citada eficiencia.

Me pregunto si Rafael Matesanz sería capaz de proponer un plan nacional que trasplantase valores como los que manejan sus equipos, para curar egoísmos, envidias, protagonismos, recelos y ambiciones personales de nuestra clase política. Si sus métodos de «eficiencia nacional» serían exportables al Senado donde es más necesaria la generosidad y la solidaridad; donde parece que algo que algunos consideran suyo –podría ser el agua de nuestros ríos– es mejor que se pudra dentro de casa, antes que cederlo a otra comunidad. Seguramente ahorraríamos tránsfugas, «tamayazos» y ventas de senadores.

Si se hubiesen transferido las políticas de trasplantes a las comunidades autónomas, ni seríamos líderes mundiales, ni se nos tomaría como ejemplo, ni batiríamos récords. Peor, se nos moriría mucha de nuestra gente, sin saber exactamente lo que diferenciaba su comunidad de otra de su misma España.

Aunque nunca seréis cabecera de noticias, ¡enhorabuena ONT!