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Tribuna

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Antes de ceder, sería bueno recordar la conferencia de Múnich –Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña– de la que un engañado y complacido Chamberlain declaró: «En Múnich hemos ganado la paz». Sí. ¡La paz de la Segunda Guerra Mundial!

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Juego de cartas, popular en Valencia y muy extendido en mi Menorca. Enfrentadas dobles parejas, buscan a través de «trucs» y «envits» (engaños, faroles, picaresca y uso de señales) alcanzar las cartas de más valoración, 22 de ellas extraídas de una baraja española, en la que se han eliminado sus figuras, los doses y los ases de oros y copas. Prioridad a las espadas. Saben también de lo que trato, nuestros hermanos de Argentina, Venezuela, Uruguay y Chile.

Intento reflexionar sobre el inicial «plan de paz» para Ucrania elaborado por la administración Trump, porque nos jugamos mucho y porque entre engaños, faroles, picaresca y uso de señales –especial violencia en tiempos de conversaciones–, bascula la vida de millones de ucranianos. Los 28 puntos del Plan anunciados el pasado viernes 21 que contemplaban dar todo el Donetsk a Rusia, reducir el ejército ucraniano y la renuncia vitalicia a entrar en la OTAN, parecen haberse moderado tras la incorporación de Alemania, Francia y el Reino Unido a las conversaciones de Ginebra, el pasado domingo 23. Entiendo también que la fecha del ultimátum dado a Zelensky por Trump para hoy jueves 27, se ha flexibilizado. El Día de Acción de Gracias no era quizás el más apropiado para imponer un «lo tomas o lo dejas» como propuesta de paz. Los americanos recuerdan este día cómo unos primitivos colonos en Plymouth fueron socorridos por las originales tribus «wampanoag» y se hermanaron. No encaja la conmemoración, con el odio que se destila en el sur de nuestra Europa.

De una primera impresión sobre la propuesta Trump, apunto unas reflexiones:

–Una vez más, ausentes las Naciones Unidas, las que deberían protagonizar estas iniciativas.

–Una cláusula básica debería esgrimirse si hubiese fuerza moral o militar para imponerla al invasor: «En principio Putin, te repliegas a tus fronteras». Y si te crees con derecho a integrar regiones prorusas, lo analizamos y lo decidimos las Naciones Unidas. La comunidad internacional asegura mientras tanto, la estabilidad en la región.

–Demasiado cerca en nuestra Historia, la política de la Alemania de Hitler, buscando su «lebensraum» o espacio vital, respecto a los tres millones de alemanes de los Sudetes checoslovacos o los territorios de una Polonia que se repartió con la Unión Soviética. Antes de ceder, sería bueno recordar la conferencia de Múnich –Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña– de la que un engañado y complacido Chamberlain declaró: «En Múnich hemos ganado la paz». Sí. ¡La paz de la Segunda Guerra Mundial!

–Positiva la integración del Reino Unido con los países europeos. Sigue una positiva línea, cuando es un país fiable en materia de seguridad, potencia nuclear y el mejor puente con los EE.UU.

El problema actual es que hoy Europa solo puede esgrimir una posición política más o menos unida. Pero nada más. Escuché recientemente a Guillermo Pascual, veterano corresponsal en Bruselas de Antena 3, que actualmente Rusia produce en tres meses el mismo armamento y munición que todos los países de la OTAN solo pueden producir en un año. Y añadió con preocupación: «un prestigioso general del Cuartel General de la OTAN en Bruselas, ha asegurado que para sustituir el potencial norteamericano desplegado hoy en Europa, se precisarán 8 o 10 años».

Una el lector las dos claves y podrá entender la preocupación que viven los países bálticos y otros limítrofes, cuando ven que Putin al igual que Hitler, tantea la reacción de la OTAN. Ahora, tarde, prácticamente todos, adocenados bajo el paraguas de seguridad de los EE.UU. intentan reaccionar, aumentando presupuestos de defensa, pensando en recuperar el servicio militar obligatorio –«aux armes citoyens»–, potenciando su industria militar. Como puede, Europa despliega tropas reforzando a países sin músculo militar –España es un buen testigo–, realiza ejercicios de integración de muy diferentes sistemas, se preocupa por la movilidad estratégica de los ejércitos comenzando a desarrollar un plan para que en tres días cualquier contingente pueda llegar al último rincón de Europa. Puede que volvamos al tren de Canfranc. ¿Saben cuánto tiempo hace falta para homogenizar anchos de vía? ¿En compatibilizar rutas militares con las saturadas de alta velocidad?

Imagino que también se intenta dentro del marco de la OTAN, flexibilizar el repliegue de las fuerzas norteamericanas desplegadas en Europa cuyo nuevo escenario estratégico es el este asiático. Alguien, imagino cuenta los meses que le quedan a Trump en la Casa Blanca, pensando en un posible cambio de rumbo.

Sin saber hoy el resultado de los acuerdos sobre Ucrania, lo que está claro es que Europa, como en las dos guerras mundiales, sigue siendo territorio de enfrentamientos.

Aun con «prioridad a las espadas», siniestros «trucs» no pueden mutilar la dignidad de un pueblo invadido como el ucraniano y el sacrificio de miles de sus hijos.

Luis Alejandre Sintes,es general (r). Academia de las Artes y Ciencias Militares.