La situación

Trump y la democracia

«Sus formas y su fondo, ambos intolerantes e intolerables, ponen en serio riesgo la tradición liberal y las instituciones de Estados Unidos»

El próximo 5 de noviembre, millones de ciudadanos de Estados Unidos adoptarán una decisión que afectará, como es lógico, a su país, pero que también marcará el futuro global en los siguientes años.

Resulta evidente la falta de entusiasmo que genera encontrarse de nuevo ante una elección entre los mismos dos candidatos de hace cuatro años. Los sondeos sobre ese particular han señalado como aspecto negativo la avanzada edad de ambos, aunque a ese respecto Donald Trump (a punto de cumplir 78 años este mes de junio) consigue dar una imagen enérgica, que Joe Biden (cumplirá 82 años en noviembre) no puede ofrecer.

La realidad es que esa carencia ya la tenía el actual presidente cuando venció en las elecciones de 2020 y sacó a Trump de la Casa Blanca, en una votación nada reñida: Trump alcanzó la histórica cifra de 74.2 millones de votos, pero Biden llegó a los 81.2 millones. La pregunta pertinente en este momento es si alguno de esos 81.2 millones de americanos considera que es una buena idea la vuelta de Trump al poder y, en su caso, si optará por mantener su apoyo a Biden en noviembre, o si votará a Trump, o si se quedará en casa. Quedarse en casa es lo que hicieron muchos demócratas del ala izquierda del partido en 2016 porque no les gustaba Hillary Clinton, y ganó Trump. En 2020 se dieron cuenta de su error.

La duda esta vez es si ese sector a la izquierda del Partido Demócrata se habrá cansado tanto de algunas decisiones inconsistentes de Biden y de su apoyo a Israel en la guerra de Gaza, como para permitir que Trump vuelva al poder, incluso con una condena penal sobre sus espaldas. Que un jurado popular de doce miembros haya declarado culpable a Trump de 34 delitos no debería ser un asunto menor en democracia. Pero sí parece que lo es para los hooligans del hombre menos respetuoso con la democracia que hay en Occidente.

Sus formas y su fondo, ambos intolerantes e intolerables, ponen en serio riesgo la tradición liberal y las instituciones de Estados Unidos.