Parresía

Una utopía

Intentando encontrarse a sí misma está ahora mismo la Unión Europea, descolocada y dividida ante las maneras radicales de Trump y el amenazante afán expansionista de Putin

Decepcionante comenzó mi semana cuando en Hollywood, contra todo pronóstico, una actriz de 25 años logró el Oscar a la mejor interpretación femenina, en vez de la veterana Demi Moore (aquello me molestó, fue como si la Academia de Hollywood decidiera premiar a su joven doble, con todo el ideario nocivo que encarnaba, en la película «La Sustancia»). Ignoro si volverá a pasar el tren de las estatuillas para Moore pero, ahora que estamos en vísperas del 8 de marzo, sí sé que las mujeres, de todas las franjas de edad, pronto acabarán accediendo en masa al verdadero poder, a los consejos de administración de las grandes empresas, a ver si consiguen mejorar este mundo (a no ser que antes unos cuantos líderes desalmados nos lleven de cabeza a otra contienda mundial).

Intentando encontrarse a sí misma está ahora mismo la Unión Europea, descolocada y dividida ante las maneras radicales de Trump y el amenazante afán expansionista de Putin. Rusia y Francia miden sus fuerzas, con los pobres ucranianos de por medio. Más allá de la geopolítica internacional, da gusto ver en Bruselas conversar, en la misma mesa, a los líderes germanos Merz y Scholz. Uno ganó las elecciones y el otro las perdió, pero ambos –conservadores y socialistas alemanes– van de la mano, reman en la misma dirección por el bien de su país, apartando de las instituciones a los políticos ultras. ¿Veremos algo así alguna vez en España?

Más nos vale porque, ahora mismo, un fugado de la justicia, con una representación de solo 7 escaños en nuestro Parlamento, decide qué y decide cuándo. De momento, lo consigue casi todo, «carpeta a carpeta», y lo siguiente será su foto con Sánchez para sellar el apoyo de Junts a los Presupuestos. Visto lo visto, ¿quién dijo imposible?

El pacto PSOE-Junts sobre inmigración, de todos modos, es un tiro al aire, sin posibilidad de prosperar: solo aplaudido por el independentismo excluyente y clasista de Puigdemont. El ministro del Interior, Grande-Marlaska, lleva toda la semana escondiéndose de la Prensa, quizá para no tener que reconocer públicamente algo tan sanchista como que, simplemente, ha cambiado de opinión. Alto y claro se ha pronunciado García-Page sobre lo negociado con Junts: «racista y ultraderechista» (hay que escucharle, porque es la única voz discordante «en activo» en este PSOE). El resto de los socios del Gobierno –incluido Sumar– en la misma línea de Page, evitan asumir la política migratoria acordada para Cataluña. Por si fuera poco, los nacionalistas vascos quieren ser los próximos en negociar lo mismo en inmigración para Euskadi…, un lío. Lo que daría por ver sentados, conversando y negociando para el bien de la mayoría de los españoles, a Sánchez y Feijóo. ¡Se evitarían tantos disparates!