Top Mantra
Valía
Como, además, el poder le otorga la capacidad de comprar adhesiones inquebrantables, los que le rodean, usufructuarios de tal poder, le darán la razón
La psicopatología del poder está alumbrando grandes revelaciones sobre esos líderes que, sin estar avalados –pero sí «abalados», que no es lo mismo…– por grandes masas, sin embargo están ejerciendo su liderazgo político como si concitaran unanimidad ciudadana y eso los legitimase para perpetrar cualquier desatino que se les ocurra. La cuestión es: ¿se creen sus propias mentiras los líderes que precisamente pueden presumir de pocas cosas, entre las que no se encuentra el liderazgo…? Yo diría que no. Soy más partidaria de confiar en aquello que decía Galdós: «Cada uno sabe en el fondo lo que vale». No parece lógico que quienes utilizan la mentira y el crimen para sobrevivir no sean conscientes de lo que hacen. Lo cual no les impedirá, por supuesto, justificar sus actos indignos. Pero, de ahí a creerse sus mentiras… No. Una cualidad de la buena mentira es que quien la expanda sea consciente de que la está diciendo, que desee producir un efecto determinado con ella. Eso no obsta para que el mentiroso imprima a su discurso pasión, como haría un buen actor que fuese a la vez un consumado narcisista, con un concepto hipertrofiado de su propia importancia. El narcisista está convencido de que actúa en aras de un bien superior (aunque en realidad se trate de un mal rastrero), al que está llamado como ser especial y ungido por la divinidad electoral (lo que no se corresponde con sus escasos votos), todo lo cual justifica su derecho a tener siempre razón, incluso cuando la sinrazón guíe sus actos. Como, además, el poder le otorga la capacidad de comprar adhesiones inquebrantables, los que le rodean, usufructuarios de tal poder, le darán la razón, reafirmándolo en todas sus maniobras, incluidas las de locura o execración. Su absurdo sentido de la propia grandiosidad le conminará a lanzar acusaciones sobre sus adversarios o los medios de comunicación críticos, culpándolos de los mismos errores, taras, mentiras y hasta delitos que él mismo comete (falsedades, trampas, ilegalidades, corrupción…), desviando así la atención de sus seguidores, evitando cuidadosamente autocuestionarse.