Tribuna
A vueltas con el término «guiri»
La identificación de guiri con extranjero no es un hecho reciente, a pesar de lo publicado en diversos artículos de prensa
En los últimos años diversos medios se han hecho eco de la palabra «guiri», que hoy en día se usa casi exclusivamente para referirse a los extranjeros que visitan nuestro país. En su definición se añaden características como la de ser blanco, rubio, alto, usar calcetines con sandalias o chancletas, etc.
No voy a entrar en esta discusión, sino que voy a centrarme en el surgimiento del término, que tiene su origen precisamente en la Primera Guerra Carlista, periodo sobre el que llevo trabajando desde hace muchos años.
En una de las bases de datos de la Real Academia Española existen 58 fichas, que suponen unas 50 referencias al uso del término, ya que algunas tienen una extensión superior. Su significado está relacionado con plantas (tojo, genista scorpius, thymelaea, ulex europaeus) y animales (paloma); en ocasiones se limitan a copiar referencias de diccionarios y vocabularios (Casares, María Moliner, etc.) o a mencionar el uso por parte de literatos notables (Valle Inclán, Baroja, Unamuno, etc.).
López de Guereñu en su obra Voces alavesas (1998) recoge el uso en singular para referirse a las plantas, y en plural con el significado de «Liberacho».
La identificación de guiri con extranjero no es un hecho reciente, a pesar de lo publicado en diversos artículos de prensa. El periódico La Postdata (26.10.1843, 3/2) en un irónico artículo contra Baldomero Espartero pone en boca de este «y si os marcháis, solo me quedan ingleses que hablan en guiri». Resulta evidente que esta acepción tiene un uso claro desde hace casi doscientos años, aunque el significado se une en este caso al idioma y no a la persona.
La tesis más repetida en todos estos escritos es la que se trata de una mutación del término cristino, que en eusquera habría derivado a «guiristino» y de ahí a guiri. No he visto en ningún caso una explicación lingüística sólida sobre la evolución de la palabra.
La explicación de esta evolución fue publicada por Federico Baráibar (Vocabulario de palabras usadas en Álava, 1903) quien señala que «Guiristino se abrevió en guiri, como carlista en carca». En su opinión se ha mutado la C por la G y se ha producido una epéntesis (Adición de algún sonido en una palabra, especialmente en posición interior), es decir, se ha incluido una I. Y para redondear la explicación añade que el vasco tiene una «marcada repugnancia a los grupos consonánticos iniciales». Lo que no explica es por qué cristiano y Cristo, palabras que son muy similares, no han tenido esa misma metamorfosis. Todas estas y otras cuestiones le llevan a José María Iribarren (Vocabulario navarro, 1952) a considerar que se trata de una etimología equivocada. Iribarren menciona a Pérez Galdós, quien señala que había tomado la información de Romualdo Nogués. Y son precisamente las informaciones recogidas por este autor las que parecen mucho más científicas.
El primero que da una explicación más sólida es Romualdo Nogués: «En Navarra, durante la primera guerra civil, lo oí en la última, los carlistas llamaban guiris a los liberales, porque los soldados de la Guardia Real de Infantería, primera tropa destinada a sofocar la insurrección, ostentaban en morriones, botones, chapas y cartucheras la cifra G. R. I., que por burla leían Gri o Guiri» (Memorias p. 199).
Los testimonios hay que valorarlos en función del origen, y precisamente esta es la razón por lo que considero más plausible esta versión. Romualdo Nogués era un militar que alcanzó el generalato sin haber participado en ningún pronunciamiento, lo cual en aquellos tiempos era toda una proeza. Como militar estuvo destinado en diversas localidades vascas durante la Segunda Guerra Carlista, y pudo recoger numerosas informaciones sobre el conflicto anterior.
Pero además era una persona de una gran cultura, como se puede ver en sus memorias llenas de citas de autores clásicos tanto españoles como extranjeros. También era uno de los mejores anticuarios de España, como lo demuestra tanto la colección de cuadros como de diversos objetos que figuran en su testamento. Se le consideró uno de los mejores numismáticos de España con conexiones internacionales como la del profesor Heiss. Y era propietario de una selecta colección de cuadros de pintores como Casado del Alisal, Tiépolo, Mengs o Carreño de Miranda, algunos de los cuales se encuentran ahora en el Museo Lázaro Galdiano. Publicó varias recopilaciones de cuentos para «gente menuda» y un exitoso libro sobre el oficio de anticuario (Ropavejeros, anticuarios y coleccionistas). Fue amigo de personajes como Emilia Pardo Bazán, quien le dedicó un artículo en el que le llamaba cariñosamente el «soldado viejo». Su formación intelectual y su vasta cultura e inquietud por aprender avalan su figura y le convierten en una fuente con gran crédito en esta y otras materias. Así lo entendía Pérez Galdós quien asume su tesis en dos de los Episodios Nacionales (Zumalacárregui p. 49; y De Cartago a Sagunto pp. 217 y 218).
Creo que la profesionalidad de Nogués y Pérez Galdós, quienes se documentaban cuidadosamente antes de escribir permiten pensar que esta es la versión más adecuada del origen del término.
Y más aún si tenemos en cuenta que la Asociación Amigos de la Historia y Cultura Militar del Ejército considera que el término guripa, apelativo despectivo de los carlistas para referirse a los soldados liberales de la Guardia Real Provincial, nace a partir de las siglas GRP de dicha unidad.
José Ramón Urquijo Goitia.Profesor ad honorem (CSIC). Académico correspondiente de la RAH.
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