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Al portador

Yolanda Díaz, anatomía de un instante patético

«La vice dos quiere apoyar al Gobierno y desmarcarse del Gobierno, pero sin dejar de estar en el Gobierno»

Edward Gibbon (1737-1794), considerado el primer historiador moderno y uno de los más influyentes de todos los tiempos, autor de la monumental «Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano», pensaba que «lo patético casi siempre consiste en el detalle de los pequeños acontecimientos». Alberto Núñez Feijóo, ayer, se trastabilló al final de su habitual pim-pam-pum parlamentario con Pedro Sánchez. Tenía preparado culminar su intervención con un símil del libro de Cercas, ahora convertido en serie –muy mejorable, errores de bulto incluidos– de televisión, «Anatomía de un instante». El líder del PP quiso decir que un día se rodaría la «anatomía de un farsante», pero se atascó y, cuando lo repitió bien, ya tenía cortado el micrófono. Una anécdota más, con su carga de profundidad, que quedará en el Diario de Sesiones, pero no en los anales de la Cámara.

Feijóo, como es lógico, se concentra en Sánchez, pero sus vicepresidentas, María Jesús Montero y Yolanda Díaz, sobre todo la segunda, podrían protagonizar la «anatomía de un instante –en este caso muy largo– patético». La líder de Sumar, o de lo que quede de ese proyecto, es una especie de personaje patético que deambula por el Gobierno y la política con el único objetivo de conservar el sillón y el poder que le otorga. Cuando empezaron a conocerse detalles de las andanzas de Ábalos, Cerdán y Koldo, la vice Díaz advirtió al resto del Gobierno que existían líneas rojas que su grupo no admitiría que se hubieran traspasado, como la financiación irregular del PSOE. Por supuesto, hubo críticas, pero sin entusiasmo, para las prácticas de ese trío. Todo quedó en vagos reproches y cierre de filas con quien le mantiene la poltrona. Ahora, cada vez con menos capital político, Yolanda Díaz se apunta, con alborozo y pasión, a las críticas al Supremo por la sentencia condenatoria de García Ortiz. Además, protesta airada contra el despido, más o menos pactado con los sindicatos, de 6.000 personas de Telefónica. Insólito. Hay un suave aroma electoral en el ambiente y la «vice dos» quiere, al mismo tiempo, apoyar al Gobierno y desmarcarse del Gobierno, pero sin dejar de estar en el Gobierno, que es lo único que le interesa. Patético, también «en el detalle de los pequeños acontecimientos», que decía Gibbon.