El trípode
Zelenski y Putin: No es una guerra de “buenos y malos”
La reivindicación de Zelenski acerca de mantener la “integridad territorial de Ucrania” como cuestión innegociable para un eventual final de las hostilidades es un desiderátum que no tiene ninguna consistencia con la realidad
“La primera víctima de toda guerra es la verdad” y el motivo es que cada uno de los bandos enfrentados necesita construir su propio relato, tanto sobre las causas que motivan su comienzo como sobre su evolución. Es una necesidad insoslayable para mantener la moral tanto de las tropas en combate como la de su población en la retaguardia. Esos dos relatos a su vez se suministran a sus respectivos aliados para garantizar la continuidad de su apoyo. Los pueblos de esos países se forman una opinión sobre la guerra totalmente condicionada por ese relato. Que es elaborado “ad hoc” por su aliado en el correspondiente conflicto. Por eso es preciso saber que en España se recibe el relato sobre la actual guerra en Ucrania, acorde con el interés de Bruselas como capital de la UE, y que a su vez está en clara sintonía con los del “complejo militar industrial” estadounidense. Por cierto, poco afín a Trump, ya que no trabaja precisamente a favor de su negocio en la medida en que quiere acabar con no pocos conflictos abiertos en el mundo, no tan peligrosos y dramáticos como el de Ucrania, pero que les conviene mantener abiertos. Porque ellos son los suministradores de más del 50% de la demanda mundial de material militar, que se apoya bien en la existencia de guerras o para prevenirlas ante el riesgo de que se puedan desencadenar. Sentado lo anterior es interesante conocer que la reivindicación de Zelenski acerca de mantener la “integridad territorial de Ucrania” como cuestión innegociable para un eventual final de las hostilidades es un desiderátum que no tiene ninguna consistencia con la realidad. A diferencia de otros Estados cuyas fronteras están basadas en acreditados hechos históricos, las de Ucrania fueron establecidas según el interés de Lenin y Stalin para la República socialista soviética de Ucrania en la URSS. Un territorio al que el ucraniano Kruschev al suceder a Stalin en 1953 incorporó la península de Crimea que pertenecía a la Rusia zarista desde mediados del siglo XVII. Ucrania tiene una clara división histórica entre su occidente y oriente que se refleja en su cultura, su lengua y su afinidad emocional, que es claramente rusófona en la región del Donbás, fronteriza con Rusia. La “operación militar especial” de febrero de 2022 tuvo un fracaso operativo en Kiev, pero no pretendía la invasión de Ucrania, sino defender a las repúblicas rusófonas de Donest y Lugansk de la agresión militar dirigida desde Kiev tras el golpe del Maidan, que en 2014 derrocó al presidente prorruso Yanukovich. No estamos, pues, ante una película de “buenos y malos”: Zelenski y Putin. Respectivamente.