La investidura de Sánchez
Sánchez se resigna a enero: confía en lograr la investidura pero no antes de Navidad
En el PSOE sostienen que «mientras exista diálogo, hay esperanza», pero las circunstancias que rodean a ERC hacen improbable una salida inmediata.
El PSOE buscará esta semana seguir dando pasos hacia la investidura y el próximo martes se antoja una fecha clave en estos avances. El 3 de diciembre se constituyen las Cortes, y la configuración de las Mesas del Congreso y del Senado será el mejor termómetro para testar el estado de la relación de los socialistas con sus eventuales socios de cara a la legislatura. Ese día hay, además, agendadas dos reuniones con los partidos soberanistas. La de ERC servirá para comenzar a construir sobre la base de los cimientos que se colocaron el pasado jueves, con el reconocimiento de un «conflicto político en Cataluña» que se debe encauzar con «diálogo institucional». En paralelo, desde Junts per Catalunya, Laura Borràs y Míriam Nogueras han solicitado también audiencia con los socialistas para marcar de cerca los avances que se registren con los republicanos en la pugna abierta dentro del independentismo.
Bajo la premisa de la máxima prudencia y a la expectativa de cómo se desarrollen las negociaciones, el primer encuentro con ERC se saldó con optimismo por parte del PSOE. «Mientras existan puentes de diálogo, hay esperanza», aseguran fuentes socialistas tras el encuentro. Del mismo se informó con todo detalle a Pedro Sánchez y lo que permite mantener esa «esperanza» es que, por el momento, el diálogo no se ha «viciado» con demandas «inasumbiles» en lo concerniente al referéndum de autodeterminación o la amnistía a los presos del «procés». Postulados que –reconocen fuentes cercanas a la negociación– pueden hacer que las conversaciones encallen en cualquier momento, pues se mantienen inamovibles las líneas rojas de ley y Constitución que se han expuesto hasta ahora. Sí hay «máxima disposición» para el acuerdo e incluso hacer guiños «discursivos» entrando en el juego y la retórica independentista –en lo relativo al «conflicto político»–, pero sin que esto se traduzca en nada anómalo ni en detrimento de la legalidad.
Este «moderado optimismo» se compagina, no obstante, con ciertas dosis de resignación. En concreto, en lo relativo a los tiempos de la negociación. Pedro Sánchez quería dotarles de suma celeridad y los republicanos dilatarlos al máximo. El líder socialista busca ser presidente con plenas facultades antes de Navidad para poner el país con premura a funcionar –con Presupuestos aprobados y revalorización de las pensiones, entre otras medidas–, sin embargo, ya comienza a abrirse paso con fuerza la tesis de que no será, al menos, hasta enero cuando pueda haber en España un Ejecutivo con todas sus capacidades. En el calendario que maneja el PSOE –intervención del candidato el 16 de diciembre, primera votación el 17 y Sánchez investido el 19– irrumpen una serie de acontecimientos que, cuanto menos, enturbian el debate. Todos ellos alejan el eventual apoyo de ERC.
El mismo jueves 19, en que los 13 diputados de ERC deberían abstenerse para facilitar que Sánchez sea presidente, el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas (TJCE) decide si España vulneró los derechos de su líder en prisión, Oriol Junqueras, al no permitirle adquirir su condición de eurodiputado tras las elecciones del 26 de mayo. Además, dos días más tarde, el sábado 21 de diciembre, arranca el XXVIII Congreso de ERC. Aunque en esta cita no se decide sobre la investidura, sino que será un encuentro para marcar el rumbo y el programa del partido de cara a los próximos cuatro años, lo cierto es que un movimiento en favor de la gobernabilidad de España solo dos días antes, marcaría el cónclave en la pugna interna y con la presión que desde el exterior ejercen tanto Junts per Cataluña como la CUP para que no se facilite el Gobierno.
Blindar al candidato
En toda esta operación, Sánchez mantiene la distancia. El objetivo es blindar al candidato, que la última vez que se expuso lo hizo con la firma pública del acuerdo de coalición con Pablo Iglesias. Desde entonces, los contactos entre ambos se dan de manera estrictamente secreta –en el palacio de la Moncloa– y el «desgaste» de la gestualidad y la negociación con los soberanistas se ha dejado en manos de otros portavoces autorizados del Gobierno o del equipo negociador del PSOE. La consigna es que Sánchez quede libre de toda mácula que, llegado el caso, le entorpeciera abrir otra vía de negociación con el PP o Ciudadanos, si el pacto por la izquierda fracasa.
Hasta ese momento, el mensaje oficial es defender a Sánchez y alabar su «valentía» pues, a sabiendas de que populares y naranjas no le iban a ayudar a formar gobierno, ha llegado a un acuerdo con ellos para sacar adelante en el Congreso el «155 digital» contra la república catalana, 24 horas antes de sentarse a la mesa con ERC para negociar la investidura. Se pone énfasis en asegurar que no había otra alternativa que la del gobierno de coalición con Pablo Iglesias, descargando la culpa de este viraje en la irresponsabilidad de PP y Ciudadanos que se niegan a abstenerse y mantienen el bloqueo en España tras las segundas elecciones. También se critica profusamente que las voces de la vieja guardia que se están alzando contra Sánchez, carguen contra el partido por su hoja de ruta para formar gobierno con Podemos, en lugar de presionar a Casado para que desbloquee la situación como hizo el PSOE en 2016, no sin desgarro interno. Estos pronunciamientos son el telón de fondo crítico sobre el que se desarrollan los avances negociadores de Sánchez.
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