Religion

Conexión 5G sólo con Dios

Estudiaron moda, música, jugaron al fútbol... 50 hermanas de Iesu Communio se trasladarán a un convento inaugurado ayer en Godella. ¿Por qué han consagrado su vida a Dios?

Las religiosas de la congregación de Iesu Communio, ayer, durante la visita del que será el nuevo convento para 50 de ellas en Godella (Valencia)
Las religiosas de la congregación de Iesu Communio, ayer, durante la visita del que será el nuevo convento para 50 de ellas en Godella (Valencia)larazon

Estudiaron moda, música, jugaron al fútbol... 50 hermanas de Iesu Communio se trasladarán a un convento inaugurado ayer en Godella. ¿Por qué han consagrado su vida a Dios?

Federico e Inma se despiden de sus hijas, Corina y Belén, bajo un sol luminoso y 25º de calor. Y como ellos, otros cientos de familiares, que se amontonaban ayer a las puertas del antiguo convento de las Hermanas Salesas de Godella, en Valencia. Todos tienen pocas horas de sueño, pero están radiantes. Estas dos hermanas, de 24 y 25 años, viajaron desde Burgos en uno de los cuatro autobuses en las que se encontraban las 210 religiosas que conforman la orden Iesu Communio. «Belén las visitó cuando tenía 19 años. Las oyó cantar. Se quedó impresionada, le dio un golpe al corazón y se puso a llorar. Vino a casa y nos lo contó. Lloramos por su ausencia, pero su convento se convirtió en nuestra casa», relata Federico. «Corina se quedó impactada, guardaba ese sentimiento en su corazón y, cuando nos dimos cuenta, nos dijo que se iba... Ahora las dos están como peces en al agua», añade. Todos se dieron cita en la mañana de ayer en Godella para conocer el nuevo convento de una orden que no deja de crecer. Los monasterios burgaleses de la Ascensión de Nuestro Señor en Lerma y de San Pedro Regalado en La Aguilera se han quedado pequeños. LA RAZÓN tuvo la oportunidad de estar con ellas en la que será su nueva casa.

Iesu Communio es una orden joven. No sólo lo denota su inconfundible atuendo, de tela vaquera. Es joven tanto por su historia como por sus componentes. Se constituyó en 2010, de la mano de su fundadora, la madre Verónica, y entre ellas hay muchas religiosas de entre 18 y 35 años. Excepto doce hermanas de más de 80 años, el resto está por debajo de los 45. No en vano, se ha convertido en un fenómeno vocacional que lucha por la evangelización de los jóvenes. Es el caso de las postulantes, las últimas en llegar, y a las que les quedan más de seis años hasta hacer la profesión perpetua. Pero, ¿por qué quieren ser monjas? «Ahora estoy empezando a vivir», relata María, de 28 años. «Antes buscaba algo. Hacía voluntariados... Pero cuanto más buscaba, menos saciada estaba. Cuando llegué a esta casa, me encontré con Cristo vivo, no un Dios abstracto. Me ha cambiado radicalmente la vida. Ahora veo mi historia y veo que encaja todo. Antes no la entendía», añade. Inés, de 21, lleva sólo una semana. «Entré el 4 de junio. No me lo creo: soy la mujer más afortunada del planeta. ¡Me ha tocado la lotería! Es el mejor regalo que podía tener», dijo, recibiendo un sonoro aplauso de sus compañeras. Alba, que lleva 13 años, lo resume así: «Sentimos dolor por la gente y por los jóvenes. Todas hemos vivido en el mundo de hoy. Y si vivimos una vida sin Cristo, estamos perdidos». «Siendo chicas normales, de hoy en día, y con todas las posibilidades que se nos brindaban, nada podía responder a la sed de nuestro corazón», explica Rocío. No en vano, en la cruz que cuelga en el cuello de las profesas perpetuas puede leerse el lema «Tengo sed», que son las palabras que pronunció Cristo durante su crucifixión. «Vivimos en un mundo que se cree autosuficiente. Pero el corazón del hombre languidece por la falta de Cristo», añade.

Es una orden contemplativa. Cinco horas del día son de oración. Las mañanas las dedican al trabajo: básicamente, a la repostería –las trufas son una de sus especialidades–, que constituye su principal fuente de ingresos junto a las donaciones, y al mantenimiento del convento. Las tardes están reservadas para la acogida de peregrinos. Es lo que se conoce como locutorios: las hermanas relatan su experiencia a todos aquellos que quieran escucharlas. «Pero con mucha flexibilidad: si una mañana un instituto quiere venir a visitarnos, les recibimos», puntualizan Rocío e Irene. Y también graban CDs. «Pero es algo muy casero», dice Irene. «A una de las hermanas le gusta tocar la guitarra. Son letras que pertenecen a la madre Verónica o a las Escrituras. Las grabamos y así la gente puede rezar con ellas», puntualiza.

Una compañera de Inés María, de 32 años, nos lo «chiva». «¡Ha sido portera del Levante!». Inés María se sonroja, pero asiente. «Estudié Ciencias del Deporte y un máster. Y sí, fui portera del Levante B y, de vez en cuando, jugaba en el primer equipo. Pero lo dejé hace muchísimo tiempo», reconoce. Conoció la comunidad de Iesu Communio en 2010 y, en 2012, ingresó en la orden. «Allí me sentía amada en lo más profundo de mi ser, y eso me cambió la vida. Y después me encontré con Jesús. “¿Dónde me quieres?”, le pregunté. Y, poco a poco, me fue guiando hasta aquí». Mientras, Esther, de 27 años, y que estudiaba flauta travesera en el Conservatorio de Valencia, reconoce que «antes no tenía fe. Un amigo me habló de Iesu Communio. Hicimos el camino que recorre desde Valencia hasta la Aguilera. Y aquí encontré a Jesucristo». Por su parte, Marina, de 32 años, estudió diseño de moda: «Experimentaba un vacío en mi corazón, me faltaba un sentido para vivir. Un día, en 2005, leyendo un libro de Santa Teresa, comprendí que Dios me amaba. Fue el cambio de mi vida. Antes nunca había pensado ser monja. Pero el Señor me enamoró poco a poco».

Aprovechando sus conocimientos, le preguntamos por el hábito, un atuendo que les es donado por la empresa valenciana Jeanología, utilizando además, procedimientos ecológicos y sostenibles. ¿Por qué el color vaquero? Básicamente, porque los «jeans» son la prenda más universal: los lleva desde un rey hasta el trabajador más humilde. «Es vaquero porque en nuestra sociedad todo el mundo los lleva. Es una forma de acerca la fe a la gente de hoy. Además, es una prenda del siglo XXI y el color es luminoso, expresa alegría», dice la joven.

Futbolistas, diseñadoras, abogadas, traductoras, bastantes ingenieras... No es que Iesu Communio «sea una orden intelectual». «La orden es una representación de lo que es la sociedad de hoy en día. Y en el mundo de hoy, prácticamente todo el mundo estudia. Es lo bonito también: Dios no llama a un tipo de personas en concreto», dice Rocío. Tras descansar, todas ellas acudieron a las 17:00 horas a la misa que ofició en la Catedral de Valencia el cardenal Antonio Cañizares, a la que también acudió el arzobispo de Burgos, Fidel Herráez.

Las Salesas dejaron el convento en marzo. Las huertas se mantienen, y algunas naranjas ya han madurado y caído. Pero hay trabajo por hacer. Y toda ayuda es poca... «A todo aquel que quiera ayudarnos se lo agradeceremos muchísimo. Hay que hacer bastantes obras: desde renovar la instalación eléctrica, que no cumple la normativa, hasta los cuartos de baño y los aseos. Sin olvidar que hay que acoplar este lugar a la acogida de peregrinos», dice la hermana Rocío. «Cuando casi desistíamos, una llamada del cardenal Cañizares nos dijo que viniéramos y lo viéramos», explicaba ayer la madre Verónica. «Siempre habíamos pensado en esta diócesis como la primera para fundar. Valencia era nuestro primer amor. Y estamos sobrecogidas», finalizó. Ayer, durante la misa, le pudo agradecer al cardenal en persona «su incansable empeño, capaz de mover montañas... ¡y también casas! Gracias, padre». Cincuenta religiosas, aún por determinar, serán las inquilinas del nuevo hogar de Ias Iesu Communio.