Santoral

¿Qué santo se celebra hoy, 1 de octubre? Esto es lo que debes saber del santoral de la Iglesia Católica

Hoy se conmemora la figura de Santa Teresa del Niño Jesús, que desde una temprana edad manifestó un profundo amor a Dios y un deseo ferviente de consagrar su vida a él

Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa FazLa RazónLa Razón

El santoral, también conocido como calendario litúrgico, es un libro religioso que contiene la lista de los santos reconocidos por la Iglesia Católica y que se celebra cada día del año. Más allá de una simple lista de nombres, el santoral representa un viaje fascinante a través de la fe, la historia y la cultura cristiana.

Qué santos se celebran hoy martes 1 de octubre

  • San Bavón de Gante: Un noble belga que, tras llevar una vida disipada, se convirtió al cristianismo, vendió sus bienes y se retiró como monje en la soledad. Es patrón de la ciudad de Gante y de otras localidades flamencas.
  • San Virila de Navarra: Un monje español que, según la tradición, experimentó una visión mística que transformó su vida. Es conocido por su leyenda sobre el "milagro del ruiseñor".
  • Beato Juan de Palafox y Mendoza: Obispo y virrey de la Nueva España, destacó por sus reformas eclesiásticas y su apoyo a las misiones en el continente americano.

Santa Teresa del Niño Jesús: Vida y espiritualidad

Santa Teresa del Niño Jesús, también conocida como Santa Teresita de Lisieux, nació el 2 de enero de 1873 en Alençon, Francia, en una familia profundamente católica. Su nombre completo era Teresa Martin, y desde una temprana edad manifestó un profundo amor a Dios y un deseo ferviente de consagrar su vida a él. Quedó huérfana de madre a los cuatro años y fue criada por su padre y sus hermanas mayores, todas de gran devoción.

A los 15 años, Teresa ingresó en el convento carmelita de Lisieux, donde adoptó el nombre religioso de Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Pese a su corta edad, fue aceptada como monja tras recibir un permiso especial del Papa León XIII. En el Carmelo, Teresa llevó una vida sencilla y ordinaria, marcada por la oración, el sacrificio y una profunda humildad. Se hizo conocida por su "pequeño camino", una espiritualidad basada en hacer actos ordinarios con un amor extraordinario y total confianza en Dios.

Escribió su autobiografía, Historia de un alma, que expone su espiritualidad de la "infancia espiritual", basada en la simplicidad, el amor incondicional y la entrega total. Este libro se convirtió en un texto fundamental en la espiritualidad moderna, influyendo en millones de personas en todo el mundo.

Canonización y legado

Santa Teresa falleció a los 24 años, el 30 de septiembre de 1897, a causa de la tuberculosis, una enfermedad que la fue debilitando progresivamente. Sin embargo, sus escritos y su ejemplo de vida alcanzaron una fama considerable poco después de su muerte. Fue canonizada el 17 de mayo de 1925 por el Papa Pío XI, solo 28 años después de su fallecimiento, un proceso inusualmente rápido para la época.

En 1927, fue proclamada patrona de las misiones junto con San Francisco Javier, a pesar de que nunca salió de su convento. Este reconocimiento se basó en su ferviente deseo de llevar el amor de Dios a todos los rincones del mundo a través de la oración y el sacrificio.

En 1997, con motivo del centenario de su muerte, el Papa Juan Pablo II la declaró Doctora de la Iglesia, convirtiéndola en la tercera mujer en recibir este título. Su influencia se extiende no solo a los fieles católicos, sino también a aquellos que buscan una vida espiritual auténtica y humilde.

Exilio y muerte

Aunque Santa Teresa no experimentó un "exilio" en el sentido tradicional, su vida en el Carmelo fue, en cierto modo, una separación del mundo exterior. Esta vida de clausura era un "exilio voluntario", en el que renunció a las comodidades y a las relaciones humanas habituales para dedicarse a una vida de oración y contemplación. Durante su estancia en el convento, también sufrió una especie de "noche oscura" espiritual, experimentando dudas y aridez interior, lo que incrementó su sufrimiento y la hizo crecer en humildad y confianza en Dios.

Murió en Lisieux el 30 de septiembre de 1897, pronunciando las palabras: "Dios mío, te amo". Aunque su vida fue corta y aparentemente insignificante desde un punto de vista exterior, su legado ha trascendido fronteras y ha llegado a inspirar a millones de personas en todo el mundo. La basílica de Lisieux, construida en su honor, es hoy un centro de peregrinación que atrae a miles de devotos cada año, consolidando su papel como una de las santas más queridas de la Iglesia Católica.