Salud
La hora de la nueva Medicina
En el ámbito sanitario llevamos años hablando, desde distintos ámbitos, de la llamada medicina de precisión. Nos referimos a un nuevo modelo de asistencia sanitaria, y más en concreto de tratamientos determinados, que lejos de servir para millones de pacientes con la misma patología se aplica a perfiles concretos de pacientes, ajustándose a las características concretas de su patología.
Pero este concepto ha ido evolucionando con el tiempo y si bien hace unos años hablábamos de ajustar tratamientos a determinados grupos de pacientes que compartían un perfil determinado dentro de una misma enfermedad (el caso más paradigmático es posiblemente el cáncer de mama), lo que hoy tenemos sobre la mesa, lo que denominamos medicina personalizada de precisión, supone un paso más allá, ya que consiste en aplicar tratamientos que, por ejemplo en el caso del cáncer, se acoplan perfectamente al perfil genético y molecular del cáncer que sufre para persona en particular, como individuo.
Aunque este mensaje todavía no calado del todo en la sociedad, en el sector sanitario somos conscientes de que esta medicina personalizada de precisión constituye verdaderamente un nuevo paradigma, un cambio sin precedentes sobre cómo nos enfrentamos a las enfermedades y que afecta a todas las partes implicadas (médicos y otros profesionales sanitarios, investigadores, gerentes hospitalarios, administraciones sanitarias, industria farmacéutica y, por supuesto, pacientes).
Esta nueva realidad dibuja un futuro apasionante y pleno de oportunidades, en especial para los pacientes de enfermedades graves que hoy disponen de escasas opciones de tratamientos efectivos, pero se trata también, y no debemos engañarnos, de un escenario repleto de desafíos que sólo seremos capaces de abordar con garantías de éxito si trabajamos de forma conjunta y cooperativa, como ya está ocurriendo en el ámbito de la investigación de estas nuevas terapias.
De hecho, la investigación de estos tratamientos, como las terapias génicas o los nuevos fármacos antitumorales con indicación agnóstica (que combaten determinados tipos de cáncer independientemente de su localización) por poner algunos ejemplos, suponen un cambio profundo en la forma de hacer I+D biomédica, caracterizada por nuevos diseños de ensayos clínicos.
Pero esta transformación, que viene facilitada por la revolución de las tecnologías de la información y la aparición de técnicas para la gestión del “big data” biomédico, afecta también al diagnóstico, que está evolucionando hacia la personalización a pasos agigantados basándose en herramientas como la secuenciación genética de los tumores para dar con la terapia precisa que va a funcionar en cada caso.
En el futuro veremos multiplicarse los diagnósticos basados en test genéticos, así como la puesta en marcha de programas de prevención y detección temprana de patologías basados en biomarcadores sanguíneos, y la monitorización personalizada del tratamiento, entre otras herramientas.
Y veremos también cómo gracias a este nuevo enfoque, basado en el desarrollo de lo que conocemos como ciencias ómicas (genómica, proteómica, epigenómica o transcriptómica, entre otras) van mejorando los pronósticos y las tasas de supervivencia de enfermedades donde hoy nuestras opciones terapéuticas apenas existen o tienen una eficacia limitada. De hecho, en la medida en que avancen estas ciencias, se explote el potencial de estas nuevas tecnologías y se trasladen los resultados a la práctica clínica, vamos a seguir avanzando hacia una medicina cada vez más personalizada basada en las características individuales de cada paciente, una medicina que ya se ha convertido en una realidad en determinadas patologías.
No obstante, a nadie se le escapa que todos estos tratamientos y avances en el diagnóstico conllevan un enorme desafío desde el punto de vista de los costes, sobre todo en estos primeros años de desarrollo, ya que las inversiones en I+D que requieren no difieren sustancialmente, e incluso pueden ser superiores, de las del modelo tradicional de los medicamentos de síntesis química dirigidos a millones de personas, y sin embargo aquí se trata de terapias pensadas para números muy inferiores de pacientes. No se trata, sin embargo, de un reto insalvable siempre que se aborde de manera conjunta por todos los agentes implicados, de forma que se puedan encontrar soluciones de financiación que permitan lograr el objetivo de asegurar el acceso de estas terapias a los pacientes que las necesitan garantizando al mismo tiempo la sostenibilidad de nuestro sistema sanitario.
Tampoco hay que olvidar que estas terapias serán capaces de lograr, en el medio y largo plazo, un retorno económico mucho mayor a la sociedad, al evitar costes sanitarios directos, por ejemplo, en términos de hospitalizaciones, otros tratamientos o pruebas diagnósticas evitadas; e indirectos, al referirnos por ejemplo a la mejora de la productividad, la menor duración de las bajas laborales de los pacientes, etcétera. También es relevante tener en cuenta todo lo que la investigación clínica de estos nuevos tratamientos va a aportar al país en materia de innovación y fortalecimiento de la I+D.
En este contexto, Roche, como líder en inversiones en I+D+i biomédica en España, con más de 120 millones de euros al año, no solo tiene una plena predisposición al diálogo franco y abierto sobre todo lo que supone este nuevo paradigma, sino que está firmemente comprometida a hacer compatible el acceso de los pacientes a estas nuevas terapias con la sostenibilidad del sistema sanitario, ya que de nada nos serviría avanzar en este nuevo paradigma de la medicina personalizada si los pacientes, a quienes dirigimos todos nuestros esfuerzos, no pudieran beneficiarse de ella.
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