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El CIS de Illa: el estudio serológico podría ser irrelevante

Que el número de españoles infectados no llegue al 6% supone que estamos muy lejos del que sería escenario ideal para cualquier gestor sanitario con vistas a futuras crisis.

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Los test rápidos utilizados para el estudio de seroprelavencia miden los anticuerpos IggLuca PiergiovanniEFE

El estudio de seroprevalencia puesto en marcha por el Instituto de Salud Carlos III y el INE corre el riesgo de convertirse en una suerte de CIS de la ciencia. Y es que sean cuales sean sus conclusiones, siempre corren a favor de las tesis del Gobierno. Si se alcanza la inmunidad de grupo, demostrará que la política de contención ha dado resultado con una letalidad realmente baja. Si no se alcanza, demuestra que las medidas de contención eran realmente necesarias. Si se observa disparidad de datos entre las comunidades autónomas, se confirma que la política de desescalada asimétrica es la adecuada. Si los datos son homogéneos certifican el buen hacer de mando único.

Fernando Simón dejó caer en una de sus últimas comparecencias que habría que relativizar el éxito de los estudios de seroprevalencia. Seguro que no estaba pensando en la información que publicó la LA RAZÓN el 28 de abril alertando del riesgo de que esta ambiciosa investigación fuera irrelevante. A la luz de los primeros resultados preliminares, lo es. Ha servido exactamente para que las cosas sigan como estaban hasta ahora, para que nada cambie en la hora de ruta establecida y para que el Ministro de Sanidad pueda repetir en sus ruedas de prensa que los datos de inmunidad le dan la razón.

Que el número de españoles infectados no llegue al 6% supone que estamos muy lejos del que sería escenario ideal para cualquier gestor sanitario con vistas a futuras crisis. Desde luego, estamos a años luz de la utópica inmunidad de rebaño que se cifra entre el 60 y el 80% de la población. Pero el dato es consistente con los que hasta ahora sabíamos (y quizás no queríamos creer): que la inmensa mayoría no ha contraído el virus o, lo que es lo mismo, que es todavía susceptible de contraerlo.

Son numerosas las dudas que aún persisten sobre la inmunidad al SARS-CoV-2. No sabemos cuándo se adquiere (aunque estudios de esta misma semana aseguran que podría adquirirse incluso con un contacto leve con el microorganismo). No sabemos cuánto dura y tampoco si los test que utilizamos para rastrearla son válidos. De manera que el magno estudio de seroprevalencia (que pretende convertirse en el más ambicioso de Europa en cuanto a población estudiada) podría ser un melancólico ejercicio de caza de moscas a cañonazos.

En todo el mundo los estudios de seroprevalencia arrojan datos raquíticos. Casi todos los países europeos está mostrando porcentajes de población inmunizada por debajo del 5%. Solo lugares de alta densidad de contagios como la localidad alemana de Gangelt alcanzan seroprevalencias cercanas al 15%. La escasa prevalencia se repite sin importar si el país en cuestión tomó medidas drásticas de confinamiento o no, sin entender de diferencias de sistemas sanitarios, líderes políticos, raza o religión.

En España hemos vivido algún tiempo bajo el espejismo de algunos estudios realizados sobre sanitarios que, como en el caso del Hospital de Alcorcón, aseguraban que un tercio de los individuos analizados había adquirido inmunidad. Pero es evidente que el dato está sesgado al tratarse de la población más afectada y que era necesario realizar un estudio de población general como éste. Lo que no está tan claro, a la luz de los datos preliminares y de solo la primera de las fases, es que la realización de ese estudio nos saque de dudas.Cuando la Xunta de Galicia informó de los primeros resultados de sus análisis de seroprevalencia (menos del 2% de inmunidad) muchos expertos pusieron el grito en el cielo y solicitaron que se dejase de derrochar esfuerzos en un trabajo tan estéril. Estas cotas tan bajas de contagiados solo se explican por dos motivos: o la población general realmente ha recibido un impacto muy pequeño de la epidemia a día de hoy o los tests que se están realizando son inútiles para sugerir un dibujo real de la situación. Sobre la valía de los tests, a pesar de los esfuerzos de las responsables científicas por demostrar lo contario, aún habrá mucho que hablar.

En cualquiera de los dos casos nos enfrentamos a un escenario lleno de incertidumbres. Habrá que seguir tomando decisiones a ciegas. La valía científica de las dos responsables de estudio está fuera de toda duda. Las doctoras Pollán y Yotti son dos de los cerebros más prestigiosos de nuestro país para hablar con autoridad . No sería justo que su trabajo quedara en una mera encuesta aprovechada para avalar políticas sanitarias que, cuando menos, han sido discutibles.