Covid-19

Urge «volver» a ponerse la mascarilla en exteriores

La tasa de contagios es un 102% más elevada que cuando se obligó a llevarla

«Ahora el diván de los psiquiatras está más petado que los botellones, ahora que los pibes llevan amarrado en el codo el ancla de un tiempo que perdieron a jamais»
«Ahora el diván de los psiquiatras está más petado que los botellones, ahora que los pibes llevan amarrado en el codo el ancla de un tiempo que perdieron a jamais»©Gonzalo Pérez MataLa Razón

Dado que al cierre de esta edición sólo cuatro provincias habían conseguido frenar el avance de los contagios, las comunidades autónomas continúan la vía judicial para imponer de nuevo restricciones ya conocidas como el toque de queda o incluso el uso obligatorio de mascarillas en el exterior. Y es que aunque sigan siendo obligatorias si no hay distancia interpersonal de metro y medio, la realidad es que muchos no respetan esa norma, bien porque el mensaje que percibieron fue otro o bien porque la incumplen directamente.

Pero dejando a un lado las normativas, ¿qué dicen los datos?, ¿deberíamos llevar mascarilla en el exterior para frenar la escalada de contagios? Sin duda, la respuesta es sí, ya que aunque gracias a la vacunación los ingresos y decesos serán menores que en olas pasadas, la alta transmisión favorece que lleguen nuevas variantes. Y en la actualidad, la tasa de contagios es un 102,23% más elevada que cuando se obligó a llevarla. Así, el 21 de mayo, cuando se hizo obligatoria, el índice reproductor era de 0,79. Ahora, en cambio, del 1,60 (la última fecha disponible es 18 de julio). Y si se compara cuando el Gobierno anunció que la mascarilla se iba a quitar en exteriores (cumpliendo la excepción de distancia interpersonal) con ahora, la tasa de contagios ha subido un 63,27%, según datos extraídos de Our world in data.

«El problema no es tanto que haya que ponérsela al aire libre, ya que la transmisión del virus en el exterior, salvo agrupamientos masivos, es muy baja, sino que mucha gente deja de ponérsela en situaciones de riesgo. Y como el cambio de la normativa se hizo justo cuando estaba creciendo la variante delta y cuando el grupo sin vacunar entraba en periodo de vacaciones y por tanto con mayor relación social era previsible el repunte actual», explica Rafael Cascón, investigador de la Universidad Politécnica de Madrid. Además, cabe recordar que la retirada de las mascarillas coincidió con la apertura de los locales de ocio nocturno en diferentes comunidades autónomas.

«Si volviéramos a la mascarilla, recuperando esa norma –prosigue el experto–, más que reducción de contagios lo que es previsible es un frenazo de nuevos casos, lo que ayudaría a iniciar el descenso de la quinta ola, sobre todo impulsado con el inicio de la vacunación de los jóvenes. Realmente recuperar ahora la norma quizás ayudaría, pero no remediaría el daño ya causado».

«Si se cumpliese la norma de que la gente sólo se puede quitar la mascarilla en exterior cuando pueda mantener de sobra la distancia de seguridad, yo diría que no haría falta cambiar la norma respecto a las mascarillas en el exterior. Pero me preocupa que lo que yo veo son en muchos casos calles, parques o playas abarrotadas de gente, donde hay mucha gente sin mascarilla; en esas situaciones lo de sentido común sería llevarla puesta», afirma Sonia Zúñiga, viróloga e investigadora del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. Es decir, hay llevarla siempre puesta y sólo quitárnosla cuando se está completamente solo en la calle.

«Está bastante claro que si no podemos garantizar la seguridad en exteriores tiene que ser obligatoria la mascarilla. No se puede dejar de escurrir el bulto. Hay que empezar a poner multas. Es la única forma de que se aprenda. Los políticos se están tirando los cacharros nuevamente y se debería de dejar de hacer tanta demagogia. Que se cumpla lo que se ha recomendado y verán cómo se reducen los casos», afirma Estanislao Nistal, virólogo y profesor de Microbiología de la Universidad CEU San Pablo. «En todo caso –prosigue–, dejar todo en una decisión política y su interpretación dice mucho de nuestra responsabilidad colectiva».

Pero si la normativa ya recoge esto, ¿por qué se hace caso omiso? «Al final ciertamente es el autoconvencimiento el que lleva a cumplir o no las normas y las leyes. Las sanciones y otras medidas pueden ayudar, pero si la gente se cansa o no lo ve necesario es prácticamente imposible que esa norma se cumpla. Máxime cuando los efectos de no protegerse no resultan evidentes para uno mismo», explica el psicólogo Guillermo Fouce, presidente de la Fundación Psicología Sin Fronteras, profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y vocal del Colegio Oficial de Psicología de Madrid.

Pero, ¿las normas están tan claras o mejor dicho se anunciaron dentro de un mensaje de preocupación haciendo especial énfasis en que si no se cumple podría pasar lo que ha acontecido? A tenor del comunicado que mandó entonces el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, no, ya que en él reclamaban «prudencia y una normativa clara ante el fin de las mascarillas en exteriores». Es decir, que se definieran y acotasen los supuestos en los que no será obligatorio llevar mascarillas en el exterior.

Opinión que comparten desde la Asociación Nacional de Psicólogos y Residentes (Anpir): «La impresión al salir a la calle es que la mayoría de la gente sigue utilizando mascarilla de forma general, pero se prescinde de ella en ciertos entornos y poblaciones. Lo que está pasando se debe a muchas cosas, incluida la fatiga pandémica que todos notamos en mayor o menor medida. También ha fallado la estrategia de comunicación sobre la evolución de la pandemia. Se retira el uso obligatorio de la mascarilla en un contexto en el que se habla de que “estamos todos vacunados” o “hemos vencido el virus” y la propia inercia, las ganas de recuperar la vida, hace que nos dejemos ir y esto se dispare. Existen mensajes confusos, contradictorios y como consecuencia disminuye la credibilidad de las fuentes de autoridad», explica el Dr. Prado Abril, psicólogo clínico y portavoz de Anpir.

«Quizás las multas ayudarían, pero eso es llegar tarde al problema. Las personas funcionan mejor cuando les planteas consecuencias positivas de su comportamiento que cuando les impones sanciones», concluye.