Día Mundial del corazón
Tabaquismo, la batalla continúa
El tabaquismo es un problema de salud pública muy importante en todo el mundo. El consumo de tabaco aumenta la mortalidad por todas las causas, al tiempo que incrementa también el riesgo de la afectación cardiovascular ateroesclerótica, de diabetes, de hipertensión arterial y de lípidos. Tanto es así que el tabaquismo activo y la llamada exposición al humo de segunda mano (fumadores pasivos) son los responsables de más del 30% de la mortalidad por enfermedad coronaria, pese a que se trata de la principal causa de morbi-mortalidad prevenible, pues incluso con niveles bajos de consumo puede tener importantes consecuencias para la salud. En la actualidad, a pesar de las campañas de prevención de las últimas décadas y de las medidas restrictivas sociosanitarias a nivel mundial, las cifras de fumadores siguen siendo indeseablemente altas: 942 millones de hombres mayores de 15 años son fumadores y 175 millones de mujeres de la misma franja de edad.
Aunque aún no es bien conocido el mecanismo por el cual el tabaco produce daño cardiovascular, sí es factible comprobar el efecto negativo que produce sobre las funciones endotelial, plaquetaria y vasomotora, provocando, además, fibrinólisis, inflamación y un aumento de la oxidación. Por ello, dejar de fumar se convierte en la estrategia más rentable para la reducción del riesgo cardiovascular, cuyos efectos comienzan a ser plausibles de manera inmediata. De hecho, pasados unos 20 minutos después del último cigarrillo, disminuye la tensión arterial y la frecuencia cardiaca; en unas 12 horas, los niveles de monóxido de carbono alcanzan valores de normalidad, y en un periodo de uno a tres meses existe una mejoría de la función pulmonar y de la circulación sanguínea.
Asimismo, alrededor de nueve meses después de dejar de fumar los episodios de tos son menores y habrá mejorado la capacidad respiratoria del paciente; en doce meses el riesgo de cardiopatía coronaria disminuye al 50%. Si analizamos los beneficios a largo plazo, en cinco años el riesgo de accidente cerebrovascular se puede equiparar al de un no fumador; en diez años disminuyen los riesgos de aparición de diferente tipos de cáncer, como el de boca, garganta, esófago, vejiga, cuello de útero y páncreas; y la probabilidad de desarrollar cáncer de pulmón disminuye a la mitad. No obstante, no debemos subestimar el riesgo residual que los fumadores más intensos pueden seguir manteniendo en el medio y largo plazo.
Ante una evidencia tan clara, cabe preguntarse qué medidas se pueden adoptar para continuar frenando la adicción al tabaco de la misma forma que se viene haciendo en los últimos 20 años. En este sentido, es fundamental la implicación de las instituciones apostando por campañas informativas de salud pública, del mismo modo que los gobiernos han de continuar legislando en pro de nuevas medidas restrictivas que limiten el uso del tabaco en espacios cerrados y aumenten los tipos impositivos de las cajetillas. Además, es fundamental tener un control de la publicidad y de los mensajes de marketing inadecuados que siguen siendo promovidos por la industria tabacalera.
Desde el punto de vista individual, lo más importante es contar con la firme voluntad del fumador para dejarlo, jugando también un papel determinante el apoyo familiar, y sabiendo que el camino no es sencillo. La mejor alternativa pasa por buscar el consejo médico que valore individualmente cada caso y acuerde con el paciente las medidas conductuales y de tratamiento farmacológico (si precisa), con la posibilidad de ser derivado a Unidades antitabaco en los casos que se considere necesario.
Abandonar el hábito del tabaco no requiere siempre de las mismas medidas ni del mismo esfuerzo por parte del paciente. Es necesario conocer el grado de tabaquismo y dependencia de cada fumador; saber las barreras que cada paciente tiene para dejar de fumar; ofrecerle consejos con un enfoque motivacional y aclarar los perjuicios de seguir fumando. Es importante que el médico programe siempre un periodo de seguimiento y control para apoyar las medidas conductuales, vigilar el adecuado cumplimiento de la terapia y prevenir la posible aparición de efectos adversos.
Hoy en día los pacientes disponen de diferentes fármacos para conseguir dejar de fumar, pero su utilización debe ir pareja a la terapia no farmacológica. Además, siempre deben estar prescritos y controlados por un médico, quien analizará las posibles comorbilidades específicas de cada paciente.
Un aspecto importante a resaltar son las consecuencias del tabaquismo en la mujer. Los datos de Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran que la prevalencia del consumo de tabaco en las mujeres europeas es la más alta del mundo. Asimismo, los datos del Banco Mundial confirman que la adicción a los cigarrillos es mayor en los países más desarrollados (16,1%), que en los países menos desarrollados (2%).
El tabaquismo en la mujer, además suponer un aumento en riesgo de padecer las mismas enfermedades que los hombres, presenta alteraciones específicas de género como cáncer de cuello uterino, menopausia precoz, deterioro de fertilidad, mayor probabilidad de partos prematuros, aborto espontaneo, crecimiento anormal o mortalidad fetal, donde el riesgo es el mismo tanto para las mujeres que fuman durante el embarazo como para las que lo han hecho antes de la gestación.
Algunos informes muestran que las mujeres pueden ser incluso más sensibles a los efectos negativos del tabaquismo, siendo más proclives al deterioro de la función pulmonar, lo que puede provocar un desarrollo precoz de EPOC y un aumento de la probabilidad de sufrir cáncer de pulmón con respecto a los hombres. Un estudio del año 2011 ya señalaba que el tabaco en la mujer produce un aumento del 25% en la probabilidad de padecer enfermedades coronarias frente a los hombres. Además, las usuarias de anticonceptivos orales que son fumadoras tienen un riesgo diez veces mayor de infarto de miocardio y tres veces mayor de accidente cerebrovascular .
En conclusión, pese a las medidas que desde el ámbito público y privado se han tomado en los últimos años frente al tabaco, es fundamental continuar remando en esta dirección. La adicción al tabaco sigue siendo una de las principales causas de desarrollo de enfermedades coronarias y de muerte por este motivo. Evitar su consumo y reducir la incidencia de las enfermedades del corazón que provoca el tabaco es una tarea de todos. Está en nuestra mano seguir salvando vidas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar